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Cooperación Sur-Sur Ante el peligro de la "recolonización" A continuación reproducimos el discurso pronunciado por Chakravarthi Raghavan, Editor Jefe del diario South-North Development Monitor (SUNS) y de Third World Economics (Tercer Mundo Económico) y representante de la Red del Tercer Mundo en Ginebra, en oportunidad de recibir en enero en la sede de la ONU en Nueva York el premio 1997 a la cooperación Sur-Sur, otorgado por el Grupo de los 77 y el PNUD. Honorable Jakaya M. Kikwete, canciller y Ministro de Cooperación Internacional de la República Unida de Tanzania, Presidente saliente del Grupo de los 77, señor Ali Atas, canciller de Indonesia y presidente del Grupo de los 77 para 1998; señor Gus Speth, administrador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), excelentísimos señores y amigos: Me siento profundamente honrado y aprecio enormemente este premio, sobre todo porque viene de una colectividad del Sur. Mi más profundo agradecimiento al Grupo de los 77 y China y al comité de selección, y al PNUD por el honor que me han dispensado. No estuve presente cuando se crearon el Grupo de los 77 y la UNCTAD en Ginebra en 1964, pero sí estuve en su concepción, aquí en Nueva York, cuando un grupo de delegados clave de Asia, Africa y América Latina solían reunirse en los corredores del ECOSOC (Consejo Económico y Social de la ONU) y las cámaras Fiduciarias, hasta elaborar la resolución conjunta que fue presentada ante la Asamblea General en nombre de 65 países proponiendo la realización de una Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, para traer nuevamente los temas económicos al ámbito del organismo mundial. Desde entonces, la cooperación entre los países en desarrollo ha aumentado. Hay muchos grupos regionales y subregionales, y acuerdos de integración, pero el sistema internacional actualmente favorece los grupos y acuerdos de integración que estén asociados con el Norte o dirigidos por él, y desfavorece las asociaciones independientes. Y en un momento como éste, en que el mundo en desarrollo enfrenta nuevas amenazas a su independencia, soberanía y al bienestar de sus pueblos, también hay una gran cuota de desánimo y desunión dentro del Sur, que todos aquellos de nosotros que estemos interesados en el bienestar del Sur y del Norte debemos luchar por revertir y eliminar. Como individuo del Sur, comprometo mi intención de seguir luchando por esto, pero también pido a los gobiernos del Sur y a sus delegados representados aquí, así como a las instituciones internacionales, que hagan todo lo posible en esa dirección. Vivimos una época peligrosa, en que toda la estructura de multilateralismo y cooperación de posguerra se está derrumbando. El peligro surge del frente económico y se ha extendido al escenario político y el social; en la raíz está el intento de repetir la historia, con el activo neomercantilismo de los países poderosos acechando detrás de la retórica de neoliberalismo y globalización. Hace 12 años, antes del lanzamiento de la Ronda Uruguay, observando la agenda comercial impulsada por el mundo industrializado, insinué que el efecto sería el de revertir los logros de la descolonización del Sur. Por eso llamé al proceso, primero en un documento para la Comisión Sur y luego en un libro que escribí en 1990, "recolonización". Fue un título provocativo, pero estaba destinado a despertar a los pueblos y gobiernos del Sur ante los peligros que les aguardaban. Hoy, a tres años de la creación de la Organización Mundial de Comercio (OMC), los países poderosos la están usando en provecho de mezquinos intereses del Norte. Muchos economistas del Norte, aún suscribiendo a la corriente principal, han regresado su mirada a las bases poco sólidas de lo que se ha dado en llamar globalización, y el nuevo orden intrínsecamente inestable impuesto a los países del Sur por las reglas de juego del comercio, las finanzas y los sistemas monetarios dirigidos por instituciones en las que sus voces cuentan muy poco. El intento de repetir la historia Señor Presidente, señores. El año que pasó estuvo marcado por algunos hechos que nos recuerdan un pasado distante, pero también la presencia de ese pasado en nuestro presente: los intentos de repetir la Historia. En 1997 se cumplió el quincuagésimo aniversario de la independencia del sur de Asia, y China recuperó la soberanía sobre Hong Kong. Hoy sólo queda un último resquicio en Asia de ese pasado distante que comenzó con el mercantilismo y la piratería en el Mar de Arabia. Vasco da Gama -que de hecho ni siquiera descubrió la ruta de Europa a las riquezas legendarias de Asia pasando por África, sino que contó con la ayuda de timoneles que le proporcionó el rey de Melinda para cruzar el océano Índico y llegar a India- atacó en alta mar a dhows que volvían de un peregrinaje al sudoeste de India, tomó como botín las mercancías que llevaban y prendió fuego a los barcos con toda la gente adentro; y esa conducta fue defendida con el argumento de que las leyes de la civilización no se aplicaban fuera de Europa, argumento que fue reiterado cuando los soldados ingleses prendieron fuego al palacio de Beijing y saquearon sus tesoros. Esa fue la época mercantilista, en la que los aventureros europeos venían a comerciar y se quedaban a colonizar Asia, viajando de India a China y librando guerras para tener el derecho a vender opio con el que comprar la seda china, en lugar de pagarla con oro. Hubo de transcurrir más de un siglo de este mercantilismo, dominación y comercio colonialista, y traspasos de capitales de Asia, antes de que el Reino Unido estableciera un orden económico liberal a fines del siglo XIX, es decir, después de su propia industrialización. Ese estado liberal tuvo su contrapartida en la desindustrialización de India, China y demás países. Esa era colonial comenzó con los puestos y enclaves de comercio exterior en las costas de India, pasando por la Bahía de Bengala, luego Penan, de ahí a Singapur, al control de los estrechos de Málaga, hasta llegar a China. La marcha atrás de ese proceso, la descolonización que la ONU presenció y a la que contribuyó desde fines de los 50, también comenzó con la libertad del sur de Asia que el año pasado cumplió su 50º aniversario. En este lapso, los países en desarrollo hicieron algunos avances en la edificación de sus economías, acumulación de capital e industrialización, al punto que plantean un desafío competitivo que algunos han comenzado a sentir como amenaza. Pero el nuevo proceso que se puso en marcha desde la última mitad de 1997, es en cierta forma un intento de revertir la marea y repetir la historia del siglo XIX, y ese laissez faire. Mucho se ha dicho y escrito sobre esta nueva globalización. Pero luego de la crisis monetaria que comenzó en Tailandia en julio pasado y luego se extendió por toda Asia, los mercados bursátiles han seguido bajando y esparciendo la crisis a la economía real, sin que se avizore un final. De no detener y revertir este proceso, cruzará el Pacífico y afectará también a los países ricos. Pero en lugar de eso, los grandes intereses están utilizando el sistema internacional y las instituciones financieras internacionales en provecho de sus propias empresas -bancos e instituciones financieras- protegiéndolas de las contrariedades del mercado, mientras exigen a los países asiáticos y a sus empresas que paguen el precio y permitan a las empresas extranjeras asumir el control. Frente a un posible colapso de sus mercados financieros y sistemas de pagos, los asediados gobiernos asiáticos han sido condescendientes. Pero no cabe duda de los efectos que eso traerá, efectos que ya se están apreciando. Momentos difíciles para los países asiáticos Los medios de difusión transnacionales han concedido muy poco espacio a los países asiáticos y a los momentos difíciles que atraviesan, y han culpado de ello a sus políticas anteriores que pocas semanas antes elogiaban. Hubo un duro ajuste impuesto al Sur, por el cual el precio de los contratos privados deben pagarlo ahora las garantías estatales y la austeridad de los sectores pobres, la bancarrota de las empresas nacionales y el desempleo de los trabajadores, para que los bancos, inversionistas y especuladores extranjeros queden a salvo del mercado y no tengan que pagar el precio de sus errores. Los bancos y las instituciones que desoyeron incluso las advertencias oficiales -como las del Banco de Pagos Internacionales-, de prestar con mesura, están siendo salvados por el FMI, el mismo organismo que en el pasado presionaba a estos mismos gobiernos para no intervenir en los contratos privados y permitir que sus agentes privados pidieran prestado al exterior. "Liberalizar el sector financiero" eran las palabras mágicas. Nadie de nosotros los del Sur que sea consciente de la pobreza de nuestras masas y del incumplimiento de la promesa de que con la independencia enjugaríamos las lágrimas de los pobres, puede defender de alguna manera a nuestros gobiernos y dirigentes que se aprovecharon de la corrupción o permitieron que sus hijos, hijas y parientes se enriquecieran. Pero el sistema que ahora atacan fue utilizado para manejar las rentas y asegurar que los rentistas invirtieran y crearan empleo, lo que fue elogiado. Si los que están cerca de los centros de poder deben ahora ser responsabilizados, ¿qué decir entonces de las acciones de los ministros de Economía y Hacienda del Norte que están utilizando el sistema para garantizar que los banqueros e inversionistas de sus filas que tomaron decisiones equivocadas no tengan que pagar el precio? Los dirigentes del Sur que se llevan el dinero por la concesión de contratos deben ser denunciados y castigados. ¿Pero, qué pasa con las contribuciones a los partidos y candidatos políticos, con las elecciones, con el dinero duro y el blando, y con los gobiernos y legisladores cuyas acciones están dirigidas a que los intereses de los administradores de fondos ganen espacio en el escenario internacional, en la OMC o en cualquier otro lado? ¿Cómo habrá que llamar a este capitalismo hecho a la medida? Se nos dijo que los problemas actuales de Asia se deben a que sus gobiernos y reguladores, por ejemplo, no habían reglamentado las instituciones bancarias y otras instituciones financieras, y que no estaban al tanto del grado de empréstitos privados. Pero, señor Presidente, todos los años el FMI produce informes sobre la balanza de pagos, que a escala mundial podría estar equilibrada pero muestra una brecha creciente de unos 100.000 a 120.000 millones anuales, cifras que aparecen como ingresos en los libros de contabilidad de los países en desarrollo, pero que no tienen la contrapartida de egresos en los países industrializados. En su gran mayoría se trata de dinero no contabilizado en el Norte, y tal vez guardado en centros como las Islas Caimán y otros por el estilo. Una estimación conservadora ubica estos números en un billón de dólares en la última década -dinero del que se puede disponer para respaldar la moneda y otros intercambios y especulaciones, y que no está ligado a ninguna protección cambiaria para transacciones reales de productos básicos o bienes o servicios. Y si bien técnicamente está colocado en bancos de esas pequeñas islas -donde hay apenas algunas oficinas y en el mejor de los casos un escritorio, uno o dos empleados y una computadora o un fax-, el movimiento de entrada y salida de ese dinero de los países es configurado y llevado a cabo desde las oficinas de los grandes centros monetarios del Norte. ¿No es hora de analizar aquí estas cosas en la ONU? El genio que escapó de la botella ya no puede ser dominado sólo con reparaciones o soluciones, ya sea un impuesto Tobin o un impuesto Dornbusch o cualquier otro. Debe haber una serie de pasos pequeños, no efectivos en sí mismos tal vez, pero que juntos puedan actuar para aplacar al genio, si no devolverlo a la botella. Pero de no actuar, todos lo lamentarán, los ricos y los pobres. Señor Presidente, Gautama, antes de lograr la iluminación y convertirse en el Buda, debió responder a la pregunta de cuál era el mayor milagro del mundo. Después de pensarlo, respondió que el Hombre era el mayor milagro del mundo: porque permanentemente ve que el ser humano se hace viejo y muere, y sin embargo se piensa inmortal. Lo que se cumple para los seres humanos también se cumple para las instituciones humanas, y los poderosos deberían prestar cierta atención a este "milagro". Señor Presidente, no hice un discurso "diplomático", pero al hablar hoy tuve en cuenta las sabias palabras que en la antigua India dijo un maestro a un estudiante que había finalizado sus estudios y se encaminaba al tribunal en busca de empleo: Styam Bruyath, Priyam Bruyath, Ma Bruyath Priyam Asathyam. Dí la verdad, dí lo que pueda complacer, pero nunca digas una mentira para complacer. Les agradezco nuevamente el honor que me han concedido y la paciencia y consideración que han demostrado al escuchar mis palabras. Y les aseguro que si bien nunca dudé en el pasado -y no lo haré en el futuro- en decir algo que pueda no gustar, siempre lucharé por el avance de la unidad del Sur para el mejoramiento de los pueblos del Sur y del Norte. Gracias nuevamente.
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