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OMC Se aproximan nuevas batallas Cuando todavía la crisis financiera impone una pesada carga a los países en desarrollo afectados, la Organización Mundial de Comercio (OMC) les plantea un nuevo desafío. Los países desarrollados aumentan la presión para iniciar una nueva ronda de negociaciones comerciales durante la próxima Reunión Ministerial de la OMC de diciembre. Por ahora están diseñando la estrategia para lograr que los países en desarrollo acepten introducir más temas en el sistema de la OMC, tales como inversión, competencia, contratación pública, normas ambientales y laborales, lo que pondrá a los países en desarrollo en mayores problemas. Ya es hora, pues, de que estos países presten atención a los acontecimientos de la OMC y resistan los intentos de iniciar una nueva ronda. Por Martin Khor La crisis financiera asiática, que se ha propagado a Rusia y Brasil, debería por lo menos haberle enseñado al mundo que los países en desarrollo corren grandes riesgos cuando se les pide que liberalicen sus economías demasiado rápido, o que participen de la "globalización" de manera indiscriminada. Que un país abra su economía cuando todavía no está preparado para soportar las conmociones generadas por la economía mundial, o cuando sus empresas y agricultores nacionales no están prontos para competir con las trasnacionales, puede provocar serias alteraciones. A pesar de eso, antes de que podamos siquiera digerir la lección acerca de cómo manejar la articulación entre la economía interna y la externa, nuevamente se imponen crecientes presiones para que los países en desarrollo se abran aún más a las grandes compañías de los países industrializados. Las nuevas presiones se manifiestan en la OMC, que realizará su tercera Reunión Ministerial en Estados Unidos a fines de noviembre. La Unión Europea, apoyada por Japón, Canadá y otros países desarrollados, anunció su voluntad de lanzar una nueva "Ronda" de negociaciones comerciales en esa reunión. En dicha Ronda, varios temas serán objeto de negociaciones para nuevos Acuerdos multilaterales que tendrán fuerza jurídica obligatoria para los miembros de la OMC. Por ejemplo, la Ronda Uruguay (1984-90) concluyó con varios nuevos Acuerdos que abarcan los temas de servicios, agricultura, derechos de propiedad intelectual, medidas de inversión, entre otros. También creó la OMC en sustitución del GATT (Acuerdo General de Aranceles y Comercio). Los países en desarrollo en general estaban en contra de que esos temas nuevos ingresaran al sistema de comercio, ya que los Acuerdos los obligan legalmente a cambiar sus leyes y políticas nacionales para abrir más sus economías a los productos, servicios y compañías extranjeros. Como los agricultores y las empresas nacionales generalmente son pequeños y carecen de tecnología o técnicas de comercialización, no están en condiciones de competir en pie de igualdad con las grandes compañías de Occidente o de Japón. El temor es que cuando se apliquen estos Acuerdos (después de un periodo de gracia de aproximadamente cinco años), los países en desarrollo enfrentarán una serie de problemas. Los bienes o servicios más baratos pueden inundar el mercado, relegando la fabricación nacional. Las empresas extranjeras, de mayores dimensiones y con lo último en materia de tecnología, o con gran poder de mercadeo, ocuparán cuotas cada vez mayores del mercado nacional, lo que podría provocar situaciones de contracción y desarreglo, especialmente en los países menos desarrollados del Tercer Mundo. Antes de que se hubieran siquiera percibido (y menos aún encarado) estos problemas resultantes de la Ronda Uruguay, las grandes empresas ya están una vez más empujando a sus gobiernos a que abran más zonas de mercado en los países en desarrollo para entrar comercialmente. Con tal fin, la Unión Europea propuso iniciar una nueva ronda de negociaciones a la que incluso le dio el sugestivo nombre de "Ronda del Milenio". Si bien Estados Unidos originalmente no parecía muy afín a la idea de esa nueva ronda en la OMC (prefería impulsar los temas de su interés no globalmente sino sector por sector), el presidente Bill Clinton la apoyó cuando hizo su informe anual sobre el estado de la nación. Los países desarrollados parecen, pues, estar unidos en la OMC para impulsar esta "nueva Ronda". Por su parte, los países en desarrollo deberían estar muy precavidos sobre su significación, porque en los preparativos de esta nueva ronda se incluirá una serie de temas que los perjudican. La Unión Europea ha dejado en claro que con esta ronda busca la inclusión de "temas nuevos" tales como normas internacionales de inversión, políticas de competencia y contratación pública. Estos tres temas figuraron en la agenda de la primera Conferencia Ministerial de la OMC realizada en Singapur en 1996. La mayoría de los países en desarrollo estaban en contra de entrar en negociaciones para llegar a acuerdos en estos temas, pero la presión de los países industrializados fue tan fuerte que se comprometieron y acordaron participar en "grupos de trabajo" para discutir los temas. Los países en desarrollo, incluido Malasia, dejaron en claro que los grupos de trabajo tenían el mandato únicamente de discutir los temas en una suerte de forma académica, en lo que se dio en llamar un "proceso educativo". No tenían mandato para iniciar negociaciones tendentes a llegar a acuerdos. Los tres grupos de trabajo ya tienen dos años de discusión, durante los cuales los países industrializados dejaron en claro que intentan "mejorar" las conversaciones llevándolas a la calidad de negociaciones. Su plan ahora es utilizar el mecanismo de la Ronda del Milenio para introducir los tres temas (inversiones, competencia, contratación pública) como objeto de conversaciones para nuevos acuerdos. Pero la historia no termina aquí. Algunos de los países ricos también quieren que otros temas, como comercio y ambiente y normas laborales, sean parte de la nueva Ronda propuesta. Los gobiernos de esos países desean apaciguar a los grupos ambientalistas y sindicatos que han estado protestando por los efectos negativos del libre comercio. Si las normas ambientales y laborales también entran en la bolsa de la Nueva Ronda, tal vez con eso conquisten a los grupos cívicos influyentes, o tal vez no se pronuncien tan duramente contra la Ronda propuesta. O por lo menos eso puede creer el establishment. Mientras tanto, Estados Unidos ve con buenos ojos la revisión de los temas de servicios, agricultura y derechos de propiedad intelectual de la Ronda Uruguay, para que sus empresas logren aún más ventajas o mayor apertura de los mercados. Seguramente que en la agenda de la Nueva Ronda se incluirán nuevas negociaciones en esos temas, que de todos modos ya están en la agenda. No obstante, no hay total certeza de que haya una nueva ronda, ya que varios países en desarrollo se oponen a la idea. Su posición es que la OMC debería darles a los países en desarrollo (que, después de todo, son la mayoría) el tiempo y el espacio necesarios para resolver los problemas derivados de la aplicación de los Acuerdos existentes, que han provocado suficientes dolores de cabeza y alteraciones económicas. La actual crisis financiera y sus impactos negativos en el comercio y el crecimiento han magnificado el problema. ¿Cómo podrán, entonces, hacer frente a más negociaciones en otros temas nuevos que seguramente darán lugar a otra ronda de problemas o crisis nuevos y potencialmente desastrosos? Lamentablemente los países en desarrollo no están unidos. India, Malasia, Egipto y varios países africanos y del grupo de los países menos adelantados, se han pronunciado en contra de una nueva ronda. Pero la mayoría de los países latinoamericanos y algunos asiáticos indicaron que están a favor de la propuesta europea. Los países que han evaluado el problema y se oponen a las negociaciones en temas nuevos deberían unirse y fortalecer su posición. La crisis financiera no debería desviar la atención de las autoridades y la opinión pública de lo que está ocurriendo en la OMC. De lo contrario, mediante presiones o por falta de respuesta nos arrojarán a una nueva Ronda que no es de nuestra elección y que colocará más obstáculo no sólo al proceso de recuperación sino también a nuestro desarrollo en el largo plazo. |