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Informe económico de la ONU Mínimas
mejoras del Sur
Según el informe de la ONU sobre el panorama a corto plazo, las proyecciones de la producción bruta mundial para 1999 arrojan un leve aumento de dos por ciento, casi lo mismo que en 1998, y sólo 2,5 por ciento para el año 2000. Se estima que el crecimiento de la producción de las economías en desarrollo se recuperará gradualmente de la brusca desaceleración de 1998, hasta llegar a tasas de 2,5 por ciento en 1999 y 4,5 en el 2000. Si bien varios países en desarrollo y economías en transición que experimentan dificultades muestran signos de una lenta recuperación, es posible que otros continúen en la misma situación o entren en una recesión económica. Las previsiones son que la recesión que se abatió sobre varios países del sudeste asiático a fines de 1997 y en 1998, y que afectó a varios países latinoamericanos a fines de 1998, persistirá, aunque moderadamente, en 1999, retomando la senda del crecimiento en el 2000. Si bien los países en desarrollo del sudeste asiático comenzaron a recuperarse de la crisis financiera, es poco probable que en el corto plazo vuelvan a las elevadas tasas de crecimiento que tenían antes de la crisis. Se espera que China experimente una desaceleración, pero quedando dentro del margen de siete u ocho por ciento, mientras que continuaría el firme crecimiento de India. Las estimaciones para los países en desarrollo africanos es que alcancen un promedio de crecimiento de tres por ciento, pero debido al rápido crecimiento demográfico no se experimentarían beneficios sustanciales en la producción por habitante. Si bien las economías del Caribe y América Central habrían superado los daños infligidos por el fenómeno de El Niño y los graves huracanes que desolaron a esos países, América Latina en su conjunto está experimentando una recesión en 1999 debido a las medidas de ajuste de Brasil y otros países. Riesgos graves No sólo el ritmo de expansión está lejos de ser satisfactorio para muchos países sino que además persisten ciertos riesgos graves, que surgen del proceso de globalización, dice el informe de la ONU. Esos riesgos no están necesariamente asociados con un grupo de países sino que pueden provenir de un problema nacional que, debido a la economía mundial integrada de hoy en día, tiene consecuencias mundiales. Las predicciones están, pues, sujetas a errores -produciendo un crecimiento más lento o más rápido-, pero con una preponderancia a los riesgos a la baja. La peor posibilidad sería un duro aterrizaje para Estados Unidos -ya sea por una caída del mercado bursátil o porque las autoridades reaccionen a un signo de presión inflacionaria y ajusten bruscamente la política monetaria para producir una desaceleración de la producción- lo que significaría que el principal estímulo para el crecimiento mundial podría entrar en reversa. También hay varios riesgos menos prometedores en las economías en desarrollo y en transición, dice el documento, en Brasil, que todavía tiene la enorme tarea de resolver un gran desequilibrio del sector fiscal, en China, donde el crecimiento del sector exportador está decreciendo más rápido de lo esperado y la demanda del consumo es débil, y una mayor reducción de la producción en la Federación Rusa. Un ejercicio de simulación realizado por el Proyecto LINK, acerca del posible impacto que tendría otra crisis financiera importante, sugiere que en ese caso el crecimiento mundial podría caer de forma pronunciada, mientras que las economías de transición también experimentarían una brusca caída. En 1998, dijo el informe de la ONU, de 95 países en desarrollo de los cuales existen datos disponibles, más de 40 experimentaron una disminución de la producción por habitante, más del doble de los 18 de 1997. Aproximadamente una de cada cuatro personas del mundo en desarrollo, o aproximadamente 1.200 millones, viven en países que sufrieron una disminución de la producción por habitante en 1998. Para el mundo en desarrollo se necesita un mínimo de crecimiento de la producción por habitante de tres por ciento para permitir cierto progreso en el aumento de los niveles de vida y la reducción de la pobreza. Sólo 23 países alcanzaron en 1998 este criterio, comparado con 39 en 1996, y sólo 13 países, incluida China, tendrán un aumento de la producción por habitante de más de tres por ciento en 1999: uno de América Latina (de nueve en 1996), seis de Asia del Sur y Oriental (de 13 en 1996) y seis de África (de 14 en 1996). Esos datos demuestran que los ajustes en los sectores económicos reales llevarán mucho más tiempo que el necesario para introducir cambios en los indicadores monetarios y financieros, y esperar a sus resultados. Por otra parte, la recuperación del empleo y los salarios reales, y la superación de las dificultades sociales provocadas por la crisis, quedarán muy atrás de la recuperación del crecimiento de la producción. Si bien parece haber consenso sobre la necesidad de reformar el andamiaje de los sistemas internacionales financiero y monetario, hasta ahora los avances han sido limitados. Y "sin reformas sistémicas exitosas, la economía mundial sigue estando muy vulnerable a futuras crisis internacionales". Sólo China e India pudieron mantener un crecimiento rápido en 1998, y se espera que continúen haciéndolo en 1999, lo que es un buen augurio para la gran proporción de los sectores más pobres del mundo, que son ciudadanos de esos dos países. Con el cambio de signo de las tasas de crecimiento, la disparidad de los niveles de vida y de los ingresos personales entre los países desarrollados y el resto del mundo se profundizó. Desde la crisis monetaria asiática, no sólo el crecimiento del mundo en desarrollo es más lento que el de los países industrializados, sino que el cambio de los precios relativos "profundizó el deterioro de la posición de la persona promedio de los países en desarrollo y en transición: la producción promedio cayó y los ingresos promedios cayeron aún más". Y el consumidor promedio de los países industrializados no ha sido afectado por las crisis financieras internacionales: el crecimiento de la producción se ha enlentecido pero la producción por habitante ha continuado aumentando y, debido a los cambios de los precios relativos, los ingresos reales aumentaron más rápido que la producción real. "Los consumidores individuales de la mayoría de los países desarrollados se han beneficiado directamente de la caída de precios de los productos básicos primarios y de las importaciones de bienes manufacturados", dice el informe. Además de la profundización de la diferencia de ingresos, las economías en desarrollo y en transición también tienen que hacer frente a las consecuencias sociales. La liberalización y la globalización deberían haber dado como resultado un aumento de las cifras de ingreso al empleo formal, pagando impuestos al gobierno, obteniendo préstamos del sistema financiero para expandir su giro comercial y ofreciendo empleo a los que trabajan en el sector informal. En lugar de eso, la crisis demoró el desplazamiento de gente de la pobreza a sectores comerciales más modernos. En años recientes, si bien muchos países industrializados pudieron sacar ventajas de la globalización, los efectos sobre los países en desarrollo y en transición han sido nefastos. Respuestas en materia de políticas Con relación a la crisis financiera que golpeó primero al sudeste asiático en 1997 y a las controversias sobre las respuestas macroeconómicas y financieras, el informe de la ONU subraya que ahora hay un mayor acuerdo de que el grado de austeridad fiscal perseguido inicialmente por las economías asiáticas era inapropiado. En Asia, donde las causas de la crisis no fueron los excesos en materia monetaria o de política fiscal, aumentar el déficit fiscal fue una respuesta apropiada. En Rusia y Brasil, la ampliación de los déficit fiscales fue una de las causas de la crisis, y los déficits fueron de naturaleza estructural, mientras que en Asia fueron cíclicos y fue apropiado estimular la economía. Para los países integrados a los mercados financieros mundiales, el margen de maniobra para el uso de la política fiscal es limitado, debido a la necesidad de equilibrar las necesidades nacionales con las percepciones de los mercados. Un plan coordinado internacionalmente para reducir las tasas de interés en las principales economías industrializadas y aumentar las transferencias oficiales a las economías asiáticas afectadas por la crisis hubiera tenido una mejor respuesta. Si bien los principales países europeos estimularon el consumo a través de una rebaja de las tasas de interés, se trató de una respuesta demorada e indirecta a la crisis que, de haberse dado antes, probablemente hubiera impedido la caída de sus economías. Incluso las rebajas de las tasas europeas fueron coordinadas solamente dentro de la zona del euro, y no a escala mundial. El informe subraya la necesidad de abordar las
dimensiones sociales y humanas de la crisis, y argumenta
que la experiencia de la reciente crisis demuestra que la
dimensión social debe ser integrada a la formulación de
las políticas económicas asegurando coherencia entre
los objetivos económicos a corto plazo -como la
estabilidad financiera- y los objetivos sociales y de
desarrollo a más largo plazo, tales como la
erradicación de la pobreza. Además, las medidas de
protección social son más efectivas si se aplican antes
del estallido de una crisis, y no después y a las
apuradas. "La dimensión social, por lo tanto,
necesita ser incorporada en la política económica como
materia fundamental", asevera el informe de la ONU. |