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OMC Las negociaciones del GATS deberían reducir el desequilibrio actual
El proceso de liberalización del sector de los servicios ha
resultado, hasta ahora, muy favorable para los países
industrializados, en buena medida debido a que su capacidad de oferta
es superior a la del mundo en desarrollo. El objetivo principal de
esta nueva ronda de negociaciones sobre servicios que se desarrolla en
la Organización Mundial de Comercio (OMC) debería ser la búsqueda
de soluciones a este asunto a fin de lograr “un equilibrio general
de derechos y obligaciones” en el sector. Por Bhagirath Lal Das Una nueva ronda de
negociaciones sobre el comercio de servicios “con el fin de lograr
un grado de liberalización cada vez mayor”, según lo dispuesto por
el artículo XIX del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios
(GATS), comenzó en la Organización Mundial del Comercio (OMC). Ya se
hicieron dos o tres sesiones especiales del Consejo del Comercio de
Servicios de la OMC, donde se realizan las negociaciones, y es
probable que se organicen una o dos más antes de fin de año. El tema
de las negociaciones serán las obligaciones “como medio para
brindar un acceso efectivo al mercado”
y el objetivo del procedimiento es promover “los intereses de
todos los participantes para que los beneficios resulten mutuos”,
además de garantizar “el equilibrio general entre derechos y
obligaciones”. El camino del beneficio
mutuo y del equilibrio entre derechos y obligaciones es mucho más difícil
de seguir en el sector de los servicios que en la de bienes. La
importante diferencia entre la capacidad de oferta (de servicios) de
los países industrializados y la del mundo en desarrollo hace que sea
casi imposible lograr la reciprocidad de ganancias si se sigue el
modelo de negociaciones adoptado durante la Ronda Uruguay de
negociaciones comerciales, cuyo resultado fue la creación de la OMC. Falta de datos El GATT adoptó una medida
improvisada de “reciprocidad” de beneficios, basada en el monto
total de la reducción arancelaria y en el volumen de intercambio
comercial. Sin embargo, la mayoría de los economistas critica la
metodología tomando como referencia los datos que brinda el Fondo
Monetario Internacional (FMI) sobre balanza de pagos y directivas
comerciales. En el GATS, los datos
faltaron. Esto se dijo al comienzo mismo de las negociaciones de la
Ronda Uruguay. Por ello, los participantes se comprometieron a
resolver el asunto, a diseñar una metodología de recolección de
datos sobre servicios y a ponerse de acuerdo para imprimirle una nueva
dirección al comercio. Sin embargo, aún se discute cómo obtener
datos según la definición de comercio de servicios que hace el GATS
y que implica cuatro métodos de suministro. Los datos disponibles
sobre balanza de pagos, brindados por el FMI, son inadecuados ya que
incluso la definición de transacciones internacionales que se tomó
difiere de la del GATS. El asunto fue analizado
varias veces en publicaciones como el South-North
Development Monitor (SUNS) y fue objeto de reclamo de delegaciones
de países en desarrollo, pero no se lograron avances significativos
en cuanto a la obtención de datos que sirvan para realizar una
evaluación clara de pérdidas y beneficios. Todos admiten esta
carencia de datos, incluso los funcionarios de la Secretaría de la
OMC. Sin embargo, muchos presionan para que se realicen más
negociaciones y se establezcan compromisos obligatorios de servicios,
aunque los países no puedan hacer una evaluación correcta de los
costos y beneficios. En la Ronda Uruguay se
establecieron obligaciones generales que cubren todos los sectores de
servicios. Luego hubo negociaciones bilaterales y multilaterales para
que se asumieran compromisos de liberalización en sectores específicos,
que se incorporaron al programa de cada país. Una vez que el GATS
entró en vigor, hubo negociaciones intensas y veloces en los sectores
de finanzas y telecomunicaciones, y se firmaron acuerdos sobre
liberalización en dichas áreas. Las negociaciones
sectoriales se realizaron en base a lo que comúnmente se llama
“modelo de lista positiva” , que consiste en que un país prepara
una lista “positiva” de los sectores de servicios que está
dispuesto a liberalizar, asumiendo las obligaciones correspondientes.
Todos los demás sectores quedan exentos de compromiso. El enfoque de
“lista negativa” , en cambio, implicaría la sujeción de un país
a las obligaciones de liberalización en todos los sectores menos aquéllos
que figuraran en su lista de exclusión. En el curso de las
negociaciones de compromisos sectoriales, varios países asumieron la
obligación de liberalizar las importaciones en determinado sector
facilitando las condiciones de entrada al mercado y las cláusulas de
trato nacional, es decir, que éste no sea menos favorable que el que
se da a proveedores similares del país. Los beneficios no son mutuos Las consecuencias de esta
práctica deberían analizarse a la luz de las grandes diferencias en
materia de capacidad de prestación de servicios que hay entre los países
industrializados y los del mundo en desarrollo. La mayoría de las
naciones del Sur no puede exportar servicios al Norte. Por lo tanto,
la liberalización de la importación de servicios del Norte al Sur ha
implicado un aumento de oportunidades sólo para el mundo
industrializado, ya que los países pobres no han obtenido ningún
beneficio. El resultado ha sido que los países en desarrollo hicieron
concesiones pero no obtuvieron nada a cambio. Los beneficios,
entonces, no han sido mutuos y no ha habido un equilibrio entre
derechos y obligaciones. Estas desigualdades se
vieron agravadas por las negociaciones especiales y aceleradas en los
sectores de finanzas y telecomunicaciones, sectores de especial interés
para los países industrializados por lo que fueron negociaciones
tomadas con prioridad. Pero esos son los servicios que los países en
desarrollo no pueden exportar al Norte. Aunque ocurriera que una de
las principales potencias permitiera la entrada de bancos de países
del Sur a su territorio, éstos no podrían competir con los bancos
locales. Por otro lado, si bien los países ricos sólo pueden abrir
unas pocas filiales bancarias en el Sur, tienen la posibilidad de
obtener grandes ganancias porque la competencia de las instituciones
nacionales es casi nula. Dadas estas condiciones, la concesión de
permisos para abrir un número específico de sucursales bancarias es
poco eficaz. Algo similar sucede en el
sector de los seguros, dentro de los servicios financieros. Y así
también, la liberalización del sector de las telecomunicaciones
presentará muchas más oportunidades a las compañías de los países
ricos que a los pobres, que no tienen fuerza para competir. El hecho de haber llevado
la liberalización de servicios a la OMC fue, en sí mismo, una causa
de desequilibrio, y la presión ejercida sobre los países en
desarrollo para que asumieran los compromisos que implica la
liberalización financiera y de las telecomunicaciones provocó aún más
desigualdades. El GATS promueve otra
desigualdad entre el tratamiento que se le da al capital y el que en
cambio recibe la fuerza de trabajo. El acuerdo prevé el movimiento
irrestricto de los capitales relativos al suministro de servicios,
pero no otorga los mismos derechos a los trabajadores. Según los artículos
XI y XVI del GATS:
Estas obligaciones respecto del movimiento de capital son muy
claras, específicas y detalladas. Pero no existe nada similar en
materia de movimiento de trabajadores. A menudo se alega que los países en desarrollo obtienen
beneficios de la importación de servicios porque esto mejora su
producción de bienes y servicios. Si es así, cualesquiera de estas
economías podría iniciar el proceso de liberalización por su
cuenta, sin asumir compromisos con la OMC. El Sur perdió la
posibilidad de modificar sus políticas a causa de las obligaciones
impuestas por el GATS, a pesar de la presunción de que estos
compromisos le son beneficiosos. Por lo tanto, si la nueva ronda de
negociaciones comienza en base a la oferta y la demanda o a un enfoque
de fórmula, el desequilibrio se agravará si los países en
desarrollo y los industrializados deben cumplir con las mismas
obligaciones. En tal caso, volverá a ocurrir lo ya sucedido. Como se dijo antes, el propósito de las negociaciones debe
ser el “beneficio mutuo” y el resultado debe ser “un equilibrio
general entre obligaciones y derechos”. Nada de esto será posible
si se vuelve a tomar por el mismo camino que antes, que obligó a los
países en desarrollo a asumir las obligaciones que implica
liberalizar su economía. La situación se volverá aún
más adversa si se adopta una propuesta de Estados Unidos de iniciar
la nueva ronda de conversaciones en base al “actual grado de
restricciones” que rigen sobre el acceso al mercado para los
prestadores extranjeros de servicios. Eso equivaldría a organizar las
negociaciones en base a los “aranceles aplicados” en lugar de los
“aranceles obligatorios” de un país. La necesidad de un nuevo enfoque Es bastante lógico esperar
que las nuevas negociaciones empiecen por reducir significativamente
los desequilibrios y desigualdades. Para ello se necesita un nuevo
enfoque. El artículo XIX del GATS, según el cual los países en
desarrollo pueden comprometerse a liberalizar menos sectores y a
realizar menos transacciones, puede servir para alcanzar ese objetivo.
Las naciones del Sur ya liberaron una serie de sectores, pero a cambio
no han logrado acceder realmente al mercado del mundo industrializado. Por eso, una manera eficaz
de reducir el actual desequilibrio es contar con modalidades o
lineamientos iniciales que no obliguen a los países pobres a asumir
nuevos compromisos de liberalización y que en cambio presionen al
Norte a liberalizar su importación de servicios en los sectores que
para el Sur son de interés exportador. Estos últimos podrían elegir
los sectores que les sirven y el tipo de restricciones que proponen
eliminar o suavizar, procedimiento previsto y explicado en el artículo
IV del GATS, que indica el modo de promover una mayor participación
de los países en desarrollo en el comercio mundial de servicios. Uno de los ejemplos obvios
del sector o modo de exportación que interesa al mundo en desarrollo
es el libre movimiento laboral. Los países pobres podrían
seleccionar también otros sectores que les interese liberalizar en el
mundo industrializado. Si los países del Norte
hubieran implementado sincera y honestamente estas cláusulas, las
desigualdades habrían sido menores. Pero, en muchos casos, las
principales potencias hicieron exactamente lo contrario a lo esperado.
Insistieron en que los países en desarrollo realizaran grandes
concesiones, en particular en el sector de servicios financieros.
Estas cláusulas especiales, favorables al interés del Sur, deberían
ser cumplidas con total buena fe en las nuevas negociaciones. Simultáneamente, los países
industrializados deberían comprometerse a tomar medidas para alentar
la importación de servicios del mundo en desarrollo. Se puede pensar
en diversas estrategias. Por eso, las modalidades o lineamientos
iniciales de las nuevas negociaciones deberían incluir los siguientes
puntos:
Una vez que se hayan
implementado estos lineamientos iniciales, se prepararán otros
nuevos. Bhagirath Lal Das
fue embajador de India ante el GATT y director de la División de
Programas de Comercio de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre
Comercio y Desarrollo (UNCTAD). |