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La teoría del comercio
internacional
La pobreza es también una industria en crecimiento A
medida que la pobreza y la desigualdad continúan creciendo en todo el
mundo, proliferan los estudios y encuentros que pretenden abordar
estos temas, pero que a menudo terminan siendo poco más que intentos
para justificar el dogma neoliberal. Por Chakravarthi Raghavan La
pobreza es degradante, deprimente y deshumanizante. Despojada de las
asépticas estadísticas e informaciones sobre los pobres –como índices
y porcentajes, similares a las listas de bajas de la Guerra de Vietnam
o de las "limpiezas étnicas" de las guerras del Golfo y
Kosovo-, la pobreza en la edad de la abundancia llama -o debería
llamar- al rechazo. Cuando
coexiste con la prosperidad de una minoría -tanto dentro como entre
países-, sencillamente resulta obscena. Para
los pobres es un callejón sin salida, un estado del que ninguno de
ellos ni de sus hijos puede escapar. Es como caer en arenas movedizas:
cuanto más se esfuerzan por salir, más se entierran. Los hechos al desnudo Existen
dos hechos indiscutibles de la realidad actual. Primero,
la pobreza y la desigualdad entre los países ha crecido; el número
de pobres aumentó en el Sur y en el Norte. En el Sur, los pobres son
mayoría. El último informe de UNICEF -El Progreso de las Naciones
2000- revela que uno de cada cinco niños en Estados Unidos, el país
más rico del mundo, vive en situación de pobreza
("Newsbrief", pág.16). Otros
estudios (de Larry Brown, de la Universidad Tufts, y de Barry Schwartz
del Colegio Swathmore, citados por Mahmood Elahi, Ottawa) demuestran
que mientras la economía de Estados Unidos está en auge, el número
de hambrientos no ha disminuido: "en la cima del mayor auge económico
(en Estados Unidos), más de 30 millones de personas pertenecen a
hogares que pasan hambre y viven una situación de inseguridad
alimentaria". Y el hambre afecta desproporcionadamente a los niños.
El 15,2 por ciento de los hogares con hijos pasan hambre y el 18,3 por
ciento de los hogares con niños menores de seis años no tienen lo
suficiente para comer. Entre 20 y 30 por ciento de los trabajadores
ganan tan poco que "tienen que optar entre pagar el alquiler, el
servicio médico y tener una dieta adecuada" (Brown). "El
ingreso medio de los trabajadores asalariados en 1997 era 3,1 por
ciento más bajo del de 1989. Los ingresos de una familia media eran
1.000 dólares menos en 1997 que en 1989. Una pareja típica trabajaba
270 horas más en 1997 que en 1989. El uno por ciento de los
estadounidenses más ricos acapara casi el 50 por ciento de las
riquezas nacionales, el nueve por ciento siguiente detenta cerca de un
tercio y el 90 por ciento restante tiene cerca de un sexto"
(Schwartz). Segundo,
los temas de pobreza y desigualdad han servido para aumentar el número
de profesionales de las instituciones gubernamentales y no
gubernamentales; todo un batallón de economistas, estadísticos,
consejeros y defensores políticos –suficientes para una división
de campo en una guerra- están empleados en temas de pobreza.
Producen, uno tras otro, esplendorosos informes sobre la pobreza, el
alivio de la pobreza (redefiniéndola en términos estadísticos para
hacerla ver como un objetivo alcanzable) y la erradicación de la
pobreza (a largo plazo). Aconsejan
al Sur tener paciencia y perseverancia (¡marchen hacia delante
soldados cristianos!). Organizan seminarios y reuniones (incluso por
Internet) entre los más fieles, con algún disidente ocasional que
les sirve para conseguir legitimidad. Cuanto más escriben sobre cómo
salir de la pobreza, más crece, junto con la desigualdad. Todas las
instituciones realizan ahora informes y documentos informativos sobre
pobreza y género, sobre la apertura al comercio y las inversiones y
sobre la globalización que permite el crecimiento necesario para
ayudar a mitigar la pobreza. Sin
embargo, sus propios estudios (por ejemplo, el capítulo realizado por
Dan Ben-David en el último estudio de la Organización Mundial de
Comercio -OMC- sobre "Comercio, Disparidad de Ingresos y
Pobreza"; y el informe de David Dollar y Aart Kraay en el papel
informativo del Banco Mundial "Valorando la Globalización"),
si se los lee cuidadosamente (como ningún político o cabeza
institucional puede hacerlo), revelan que el crecimiento es una
condición necesaria pero insuficiente para atacar la pobreza y la
desigualdad. También revelan que la pobreza en América del Norte y
Europa apareció cuando se recurrió a las políticas estatales de
bienestar para controlar los extremos de las fuerzas del mercado,
mientras que las divergencias de los ingresos comenzaron a
profundizarse bajo las economías neoliberales. Los estudios dejan en
evidencia, además, que ante la falta a escala mundial del contrapeso
que podrían oponer los estados nacionales en el mundo
industrializado, los sistemas comerciales y financieros sólo pueden
sobrevivir generando más pobreza y desigualdad para enriquecer a una
pequeña minoría. Toda
una gama de instituciones -como el Banco Mundial, la OMC, la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE),
la Cámara Internacional de Comercio, que está forjando un compacto
social con la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y un proyecto
de articulación con la Conferencia de las Naciones Unidas sobre
Comercio y Desarrollo (UNCTAD) para promover empresas
transnacionales-, y académicos -como Jagdish Bhagwati- citan palabras
de algunos activistas no gubernamentales a los que erigen como hombres
de paja para ser derribados, todo para promover el dogma de la
globalización, la liberalización y el libre comercio. Estos
economistas académicos e institucionales continúan produciendo
documentos como salchichas sin agregar realmente nada nuevo al
conocimiento de las causas de la pobreza y cómo eliminarla. Teoría tendenciosa Gunnar
Myrdal, laureado por el Nobel de Economía y antiguo director
ejecutivo de la Comisión Económica de la ONU para Europa, abordó
esta pregunta en un libro que publicó en 1970: El
Desafío de la Pobreza Mundial: Un Programa Mundial Anti-Pobreza en
Crecimiento. Muchas
de las cosas que dijo allí y que identificaba como las causas de la
pobreza y la desigualdad (y su aumento) hoy son verdad. Tuvo que
escribir ese libro cuando tergiversaron sus opiniones sobre el
temprano "drama asiático" -según expone en el prefacio-
pues "presentando argumentos para no tener que molestarse en
intentar ayudar a los países subdesarrollados en sus esfuerzos de
desarrollo, con alegría de los conservadores y aún más de los
reaccionarios de los países de Occidente". Los
capítulos 8, 9 y 10 de su libro, que hablan sobre comercio, ayuda y
fatiga de la ayuda, y el modo en que se producen, reúnen y manipulan
las estadísticas en una parte del sistema y se aceptan sin críticas
en los demás, así como el capítulo 13 sobre agricultura, la
"revolución verde", las inversiones extranjeras directas y
los intentos de establecer una distinción entre los fenómenos económicos
y los sociales, son más pertinentes ahora de lo que fueron en ese
entonces. Myrdal identifica al comercio internacional como el origen
de la desigualdad y la pobreza del mundo subdesarrollado. Sostiene
que la teoría del comercio internacional (la clásica teoría de
Ricardo, las subsiguientes teorías de equiparación del precio de los
factores y las teorías y modelos de Hecksher-Ohlin) "no sirvió
para explicar la realidad del subdesarrollo y la necesidad del
desarrollo. Habría que decir, preferentemente, que esta estructura
impuesta de razonamiento abstracto tuvo casi implícitamente el propósito
contrario, de justificar el problema de la igualdad
internacional". Myrdal
dijo que el acercamiento parcial a la teoría fue debido a la suposición
irreal de un equilibrio estable y otra serie de suposiciones relativas
a lo mismo. Otra suposición irreal de la teoría es la noción de que los "factores económicos" como elementos de la realidad social pueden ser abstraídos de otros factores para analizar el comercio internacional. "Estos supuestos abrieron camino a las predilecciones ideológicas que desde los tiempos clásicos se han arraigado profundamente en toda teoría económica, pero particularmente en la teoría del comercio internacional. Estas predilecciones –armonía de intereses, laissez faire y libre comercio- determinan el enfoque de los economistas en sus informes actuales más de lo que suelen creer. Predispuesta de este modo, la teoría del comercio internacional desarrolló la idea de que el comercio ha trabajado para la equiparación del precio de los factores e ingresos. El comercio permitiría que la actividad industrial se adaptara a la ubicación de los recursos naturales y de población en diferentes países y regiones, y eso tendría un efecto generalmente igualador de los ingresos en todas partes". Con referencia a las teorías de Heckscher-Ohlin (previas a la Segunda Guerra Mundial) de equiparación del precio de los factores elaboradas por los últimos economistas estadounidenses sobre cómo, bajo condiciones muy específicas, abstractas y usualmente estáticas, esa tendencia a la equiparación del precio de los factores podría realizarse en diferentes países, Myrdal señaló algo "muy extraño" que podría observarse: "Las desigualdades internacionales de ingresos se han ido incrementando por un largo tiempo y siguen creciendo (y luego de la descolonización de posguerra) este desarrollo hacia la creciente desigualdad" se ha transformado en un tema cada vez más apremiante en la política internacional. En tal coyuntura, advirtió, la teoría del comercio internacional ha enfatizado el concepto de que "el comercio internacional inicia una tendencia hacia la gradual equiparación de los ingresos entre los diferentes países, bajo el supuesto de que podría destacarse como obviamente irreal y contra toda experiencia". No está claro en el libro si Myrdal también se refería a las teorías de Samuelson, posteriores a la Segunda Guerra Mundial, sobre equiparación del precio de los factores (bajo rigurosos supuestos sobre mercados y tecnología, etc.) que otros ideólogos del libre comercio citan y que también se demostraron como incorrectas. Esta
"extraña dirección del interés teórico" y la casi total
falta de interés entre los teóricos económicos en el campo del
comercio internacional para explicar las desigualdades existentes y
crecientes en el mundo, es "una tendencia conveniente para las
personas de los países desarrollados", dijo Myrdal. "El
hecho fácilmente observable de que los gobiernos y en general las
personas de los países desarrollados se sienten mucho menos en falta
en el campo del comercio que con relación a la ayuda, tiene sin duda
gran parte de explicación en la teoría irreal y tendenciosa del
comercio internacional, establecida desde largo tiempo atrás. El
hecho es que, contrariamente a la teoría, el comercio internacional
-y los movimientos de capital- generalmente tienden a generar
desigualdad y lo hace con mayor fuerza cuando las desigualdades
sustanciales ya estén establecidas". Mentiras, condenadas mentiras y... En
un capítulo inicial de su libro Myrdal critica la investigación económica
convencional y la "extrema falta de escrutinio crítico del
material estadístico" al comparar año tras año el nivel de
desarrollo de cada país subdesarrollado bajo las fracciones de los
porcentajes, que, dice, "es pura patraña, o, para expresarlo más
amablemente, se trata de precisiones sin garantías". En
un capítulo posterior se concentra en el "malabarismo
oportunista de las estadísticas sobre la ayuda" por parte del
Comité de Asistencia para el Desarrollo de la OCDE y la forma en que
se calcularon los flujos financieros y cómo se produjeron las cifras
de los "flujos netos", que no representan "valores
netos reales" pero que son citados sin ningún tipo de crítica
por varios economistas e instituciones. "Los
profesionales asalariados que actúan sin ética no pueden excusarse
reivindicando que han actuado únicamente bajo las instrucciones de
sus empleadores, los gobiernos. Tampoco el mundo profesional puede ser
totalmente eximido por usar esas cifras de la forma descuidada y
carente de crítica con la que comúnmente se utilizan". Lo
que dice sobre las estadísticas del CAD (Comité de Asistencia para
el Desarrollo) es probablemente aún más verdadero hoy en relación
con las estadísticas e información sobre corrientes financieras,
corrientes de capital de todo tipo, inversiones extranjeras directas,
carteras de inversiones, etc. Los
exponentes del libre comercio y las economías neoliberales siguen
realizando estudios e informaciones económicas con el objetivo de
demostrar que los pobres se benefician del comercio y que si la torta
sigue creciendo, la pobreza se reducirá. Pero la torta ha estado
creciendo por décadas y el número de pobres continúa incrementándose. La
información histórica a largo plazo y las proyecciones citadas por
los economistas neoliberales (como en el estudio de Ben-David), lejos
de mostrar al comercio o al crecimiento en sí mismo como factores que
reducen la pobreza o la desigualdad a través de la convergencia de
ingresos, de hecho muestran que la convergencia tuvo lugar en la era
del estado benefactor y con la intervención del estado, y que el
nuevo orden de libre comercio trae consigo crecientes desigualdades. Otros
economistas han demostrado que incluso los estudios -muy citados por
el Banco Mundial- que pretenden demostrar que a las economías
abiertas les ha ido mucho mejor, han sido, en el mejor de los casos,
una generalización simplista y, en el peor, evaluaciones subjetivas
de los hechos en función de criterios vagamente definidos para llegar
a una conclusión predeterminada. El
FMI, el Banco Mundial y la OMC, con sus panfletos, documentos
informativos, lustrosas publicaciones y proyecciones a largo plazo, únicamente
se engañan a sí mismos y a los dirigentes del mundo industrializado,
y su legitimidad se erosiona rápidamente. Nadie cree realmente en
esos estudios o en los políticos que los citan. El ejército de los
pobres crece, y los pobres conocen demasiado bien la realidad. |