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Informe sobre Una recuperación sustentable implica un estado de desarrollo El Informe sobre Comercio y Desarrollo 2000, de la UNCTAD, señala que el abandono de las políticas de austeridad y la adopción, por parte de los gobiernos, de un papel más positivo, han contribuido a la recuperación de las economías de Asia oriental. La crisis dejó en evidencia el peligro de confiar excesivamente en los mercados y el capital extranjeros; por eso, y para catalizar el proceso de crecimiento, es necesario encontrar una vía más equilibrada, que implique cierto grado de desarrollo. Por Chakravarthi Raghavan La
Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo
(UNCTAD) alertó contra el “excesivo” optimismo que despierta la
velocidad de recuperación de la crisis financiera asiática y también
contra el exceso de confianza en los recursos y mercados extranjeros,
y propuso adoptar un patrón de crecimiento “más incluyente” para
reanudar la lucha contra la pobreza. La
evaluación que hicieron los economistas de la UNCTAD sobre la crisis
y recuperación de Asia oriental figura en su Informe sobre Comercio y
Desarrollo 2000. Sus conclusiones acerca de cómo recuperar el ritmo
de crecimiento rápido y luchar contra la pobreza se contradicen con
los argumentos del Banco Mundial en su informe “East Asia: Recovery
and beyond” (Asia oriental: La recuperación y después), que además
ha dado un giro de 180 grados respecto de su trabajo anterior, “El
milagro de Asia oriental” (1993). Según la nueva versión del Banco
Mundial, el desencadenante de la crisis fue el funcionamiento de las
instituciones del Estado y el modo en que los gobiernos asiáticos
manejan la economía. En la versión de 1993, en cambio, estas mismas
características eran elogiadas. En
aquel primer estudio sobre el crecimiento de Asia, que había superado
con creces el de África y América Latina respecto de algo que se
llamó el “factor total de productividad”, se argumentaba que las
economías asiáticas, de tan alto rendimiento, “aparentemente han
tenido más éxito en asignar los recursos acumulados a actividades
altamente productivas y adoptar tecnologías para acortar
distancias”. Sin
embargo, el último informe del Banco Mundial, publicado en mayo de
este año, llama a mejorar las instituciones y políticas de los países
asiáticos a efectos de poder manejar la globalización -sobre todo la
integración financiera, comercial y de inversiones-, revitalizar al
sector empresarial y forjar un nuevo contrato social, además de
asignarle un papel distinto al gobierno. Tal directriz parece ir en
apoyo de la nueva línea Summers de la era post Stiglitz que apunta a
que los países en desarrollo se abran a la liberalización y la
integración financiera con regulaciones prudentes y transparencia,
además de permitir la entrada de inversionistas extranjeros y
liberalizar el comercio exterior. Rápida
recuperación El
secretario general de la UNCTAD, Rubens Ricúpero, señaló en su análisis
que la crisis financiera de Asia oriental expuso brutalmente a ciertos
países a la influencia de los desequilibrios mundiales y las
presiones especulativas. Si bien es alentadora la rápida recuperación
de la región durante el año pasado, el informe advierte que el hecho
de que ni siquiera los responsables de la política económica
previeran ni la profundidad de la crisis ni la rapidez de la
recuperación debería inducir a no dar muestras de una euforia
excesiva. En
un capítulo del informe, titulado “Crisis y recuperación en el
Asia oriental”, los economistas de la UNCTAD señalan que la rapidez
de la recuperación de los mercados asiáticos emergentes más
afectados por la crisis financiera ha sorprendido incluso a los
observadores más optimistas, a pesar de que se había pronosticado
una recuperación al estilo mexicano para varias economías de la región. Instituciones
como el Fondo Monetario Internacional (FMI), que tuvo acceso a
información de primera mano sobre el estado de las economías en
cuestión y que ejercía una gran influencia sobre las políticas
adoptadas en respuesta a la crisis, se dan cuenta ahora de que sus
proyecciones originales de crecimiento económico eran excesivas. La
rapidez de la recuperación se asemejó también a los pronósticos de
otras instituciones y observadores, incluida la Secretaría de la
UNCTAD, que estaba en desacuerdo con el diagnóstico ortodoxo y la
respuesta política a la crisis, indican los economistas. Por otra
parte, la recuperación y el crecimiento de Asia, que recuperó su
nivel de ingresos anterior a la crisis, significó también una
distribución más desigual de los mismos. Existen
versiones contradictorias sobre el origen y la naturaleza de la
recuperación, se señala en el Informe de la UNCTAD. Por un lado, la
rapidez de la recuperación sirve para reivindicar el enfoque político
promovido a escala internacional para situaciones de crisis; por otro,
desacredita el diagnóstico ortodoxo según el cual las economías
sufrieron graves problemas estructurales e institucionales, y no podrán
reanudar su crecimiento si no se resuelven esos aspectos. Reversión
de la situación Tanto
durante la crisis como durante la recuperación, los medios de difusión
occidentales y los neoliberales del Banco Mundial y el FMI
desaprobaron la actitud de Malasia que, luego de seguir por un corto
lapso las prescripciones políticas ortodoxas, cambió su curso de
acción e instituyó ciertos controles de capital y de moneda
extranjera, redujo las tasas de interés y permitió una rápida
recuperación con el consiguiente crecimiento. El primer ministro
Mahathir Mohamad fue tildado de disidente y se dijo que Malasia caería
en desgracia. Ricúpero,
en su análisis, señala que las economías de Asia oriental se
repusieron sólo cuando se revirtieron las políticas de austeridad y
los gobiernos pudieron adoptar un papel positivo. Este cambio de políticas
se debió más a la profundidad de la crisis y la multiplicación de
las críticas que a un paquete de medidas cuidadosamente planificadas,
agregó Ricúpero. “En
este aspecto, es particularmente destacable la influencia positiva que
ejerció el ejemplo de Malasia en toda la región, al adoptar políticas
con objetivos propios”, insistió Ricúpero. Otros
expertos en el tema indicaron que el éxito de las políticas
heterodoxas adoptadas por Malasia –fijación de la moneda al valor
del dólar, reducción de las tasas de interés, ciertos controles de
capital y préstamos para las empresas más afectadas por la crisis-
obligó al FMI y a otros a permitir que Indonesia y Tailandia
suavizaran las condiciones impuestas a los gastos fiscales y a las
tasas de interés, para evitar que se rebelaran y decidieran seguir el
ejemplo de Malasia. Entonces, excusándose en que las políticas
anteriores habían resultado un éxito y ya no se necesitaban
controles, el FMI permitió que se aflojaran las restricciones. El
examen del proceso de recuperación llevó a varias conclusiones,
indican los economistas de la UNCTAD.
Los
límites de las políticas ortodoxas Según
los economistas de la UNCTAD, la lección que se aprende al examinar
de cerca la evolución de las políticas y el desempeño económico de
Asia oriental es que las políticas macroeconómicas ortodoxas no
funcionan en condiciones de crisis de pagos originadas en la cuenta de
capital, aunque sirvieran para resolver las crisis tradicionales,
asociadas a desequilibrios macroeconómicos y dificultades para
financiar déficit de cuenta corriente.
El
Informe indica que existen pruebas de que la depreciación de la
moneda significó un daño mucho menor para las empresas que el
aumento de los tipos de interés y la suspensión de los créditos
nacionales, porque muchas compañías altamente endeudadas se
dedicaban sobre todo a la exportación. Si los créditos se hubieran
mantenido, el aumento de competitividad y de los ingresos de exportación
habrían creado un colchón contra el incremento de las obligaciones
de las monedas nacionales como consecuencia de la depreciación. El
aumento de los tipos de interés no consiguió restablecer la
confianza y estabilizar la moneda. Sin embargo, la rápida recuperación
de las reservas en moneda extranjera que se produjo al mejorar los
pagos de cuenta corriente gracias a la caída de las importaciones,
junto con la disminución de las exigencias extranjeras en cuanto a
reprogramar el servicio de las deudas de corto plazo, tuvieron como
resultado la estabilidad monetaria y el abandono de las políticas de
ajuste fiscal. Por
otro lado, en el caso de Malasia -que en un primer momento había
adoptado políticas ortodoxas y al ver que no funcionaban cambió de
planes- los economistas de la UNCTAD comentan: “La experiencia de
Malasia también demuestra que fijar el valor nominal de la moneda no
conduce necesariamente a una apreciación, siempre que esa medida vaya
acompañada de un control efectivo de los flujos de capital”. En
cuanto a la experiencia de Corea del Sur, donde la reestructura de la
deuda privada llevó a que el gobierno se quedara con más de la mitad
del total de las acciones en los mayores bancos que sobrevivieron, el
Informe indica: “Por lo tanto, en contra de las expectativas, la
recuperación tuvo lugar sin que mediara una gran reestructura
financiera y empresarial”. Sin embargo, los economistas advierten
que la recuperación de Corea “es probablemente más frágil de lo
que parece”. Es poco probable que las exportaciones se mantengan al
ritmo que adoptaron últimamente, ya que al principio hubo un elemento
asociado a los fuertes vaivenes de las tasas de cambio. Pero,
además de la rapidez, las fuentes de la actual recuperación también
difieren bastante de lo esperable sobre la base de un diagnóstico e
interpretación ortodoxos de la crisis. De hecho, el FMI supone que la
recuperación será dirigida por la inversión privada, aunque muchos
países tengan un excedente de capacidad significativa. En
cuanto a las perspectivas de crecimiento y las diversas políticas
recomendadas por el FMI y el Banco Mundial, además de sus
proyecciones, basadas en el factor total de productividad, el Informe
de la UNCTAD señala que el conflicto de opiniones respecto del
desempeño pasado y potencial de dicho factor en Asia oriental, junto
con las dificultades conceptuales y empíricas asociadas “plantean
serias dudas en cuanto a la confiabilidad de ese tipo de crecimiento
para la conducción de las políticas económicas”. “Una
de las lecciones fundamentales que ciertamente se debe extraer de la
crisis financiera es que la dependencia excesiva de los recursos y
mercados extranjeros vuelve vulnerables las perspectivas de
crecimiento a los choques externos y
a los cambios (en los sectores) de comercio y finanzas, en particular
cuando la integración no está bien manejada”, agrega el Informe. “La
continua incidencia de la inestabilidad financiera y las crisis de los
países industriales en las prácticas profesionales en esas zonas
sugiere que es poco probable que dichas reformas proporcionen una
protección a prueba de riesgos. Una integración apropiada en el
sistema financiero mundial exige medidas que vayan más allá del
suministro de información y de disposiciones cautelares, y debería
comprender una supervisión estrecha del endeudamiento privado en el
extranjero, así como un control estricto de los flujos especulativos
de capital. Como ha mostrado la experiencia, esas formas de control
son perfectamente compatibles con un acceso ininterrumpido a capital
foráneo”,
comentan los economistas respecto de la última recomendación sobre
integración financiera, que debía ir acompañada por medidas para
incrementar la divulgación y la transparencia, además de reforzar
las reglamentaciones prudenciales y supervisar el sistema financiero. Los
desencadenantes de la crisis, agregan los economistas, son una prueba
del aumento de la vulnerabilidad ante los impactos comerciales. Si
bien el surgimiento de nuevos competidores para los productos
elaborados, que requieren mucha mano de obra, ha sido un importante
factor en la reducción de las exportaciones para las economías
recientemente industrializadas, los términos de intercambio se
deterioraron abruptamente para esos países entre 1995 y 1997, en
parte debido a la capacidad para tolerar excedentes de los sectores de
alta tecnología (como los semiconductores), lo cual se complicó aún
más cuando resurgieron los desequilibrios de la demanda mundial. Sin
embargo, subrayan los autores del Informe, el aumento de la
vulnerabilidad a los impactos comerciales en el sector de los
productos manufacturados se debe a los cambios de largo alcance,
ocurridos en las últimas décadas en la economía mundial. Las
fluctuaciones del comercio internacional y los precios son cada vez
mayores porque el crecimiento es más inestable y la demanda de los
principales países industrializados es desequilibrada, además de
deberse, en parte, a los vaivenes de los tipos de cambio y la
competitividad. “Además,
a medida que un mayor número de países en desarrollo se pronuncia
por estrategias de desarrollo orientadas al exterior, la
vulnerabilidad a los choques comerciales y el riesgo de la falacia de
la composición han ido en aumento”, insisten los economistas. El
camino hacia un crecimiento equilibrado Los
autores del Informe piden que se cree un camino de crecimiento más
equilibrado y de largo plazo para los países de la región, que deberían
reducir su dependencia de los mercados y recursos extranjeros. Corea
del Sur, donde menos del 10 por ciento de su fuerza de trabajo está
ocupada en el sector agrícola y el ingreso por habitante supone los
dos tercios del promedio de Europa occidental, acaba de entrar en una
etapa más exigente para acortar distancias similar a la de los países
de la periferia europea a principios de la década del 50 (Alemania,
Austria, Finlandia e Italia). El ahorro interno es lo suficientemente
alto como para lograr su cometido sin depender de capitales
extranjeros. También la experiencia de Japón destaca los problemas
asociados al exceso de confianza en el crecimiento industrial
orientado hacia la exportación. La experiencia exitosa de la
periferia de Europa occidental y la estrategia de confiar en los
mercados internos con dimensiones sociales mayores ofrece una opción
viable, sostiene la UNCTAD. Las políticas deberían incluir un
aumento de los salarios, una reducción de las horas de trabajo y un
incremento del gasto público en los sectores de Salud y Educación. Para
los países recientemente industrializados de la segunda oleada, las
oportunidades para acortar distancias son mayores y sus vínculos
externos seguramente seguirán siendo más fuertes. No es irreal
pensar que puedan alcanzar un crecimiento anual de siete por ciento.
Dado que tienen abundante mano de obra en el sector agrícola y sus
ahorros alcanzan el 30 por ciento, no dependen del ahorro exterior. Se
necesitarían nuevas inversiones para mejorar las actividades
industriales, incluso en sectores que requieren más tecnología y por
eso dependen de la importación, y también para garantizar que una
porción mayor del valor agregado de la exportación de productos
elaborados regrese a la economía nacional. En
países como Malasia, esto sería complementario con una reducción
significativa de la parte de importaciones del producto interno bruto
(PIB) como valor agregado nacional al contenido del crecimiento de las
exportaciones. Una integración más saludable al sistema mundial de
comercio sería consecuente con el hecho de poner el énfasis en la
formación de capital en sectores como la infraestructura de la
información, el transporte y la capacitación, donde buena parte de
la inversión exigiría gasto público. Habida
cuenta de cómo los sectores de alta tecnología están organizados en
el plano internacional, se requerirían políticas industriales,
comerciales y financieras para lograr el crecimiento deseado mediante
un esfuerzo consciente de las autoridades económicas para tecnología
local. “Así,
contrariamente a las ideas en vigor, el que las NEI de la segunda
oleada vuelvan a acortar distancias seguirá precisando la participación
de un Estado preocupado por el desarrollo, aunque con una política
económica nueva y, en algunos aspectos, aún más exigente”,
concluye el informe. Ricúpero,
por su parte, dice: “Una de las lecciones fundamentales que
ciertamente se debe extraer de la crisis
financiera es que la dependencia excesiva de los recursos y
mercados extranjeros vuelve vulnerables las perspectivas de
crecimiento a los choques externos. Los responsables de las políticas
económicas han rechazado con razón regresar al proteccionismo, pero
sería igual de equivocado dejar que las fuerzas mundiales del mercado
dictasen cuáles van a ser el crecimiento y el desarrollo en el
futuro. Como el ahorro interno probablemente seguirá siendo alto,
esto hará disminuir la dependencia del capital extranjero para
acortar la diferencia de renta con las principales naciones
industriales. También habrá que prestar más atención a los motores
internos del crecimiento, entre ellos los aumentos salariales y el
incremento del gasto social. También deben cumplir un cometido
importante la inversión pública y las actuaciones de un Estado que
fomente el desarrollo, lo que exigirá nuevas políticas”. Ricúpero
concluye que “los vínculos económicos regionales probablemente
seguirán siendo importantes y habría que fortalecerlos, entre otras
cosas con mecanismos colectivos de defensa contra la inestabilidad del
sistema financiero y su contagio”. |