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Río+10 El camuflaje "ambientalista" de la globalización Los grupos empresariales trabajan febrilmente en sus actividades de cabildeo con miras a la próxima Cumbre Mundial de Desarrollo Sustentable, que se celebrará en Johannesburgo en setiembre próximo. Lo que quieren es ganar el apoyo de la conferencia para un "ambientalismo de libre mercado". La falta de avances en los urgentes y amenazadores temas mundiales debatidos en la Cumbre de la Tierra de 1992 puede ser en gran medida atribuida a la participación estratégica y vigorosa de las transnacionales durante todo el proceso de la Cumbre. Los grupos de presión de las empresas vieron a la reunión que se realizó en Río de Janeiro como una plataforma en la cual redefinir su papel, de contaminadores a socios del desarrollo sustentable. Y lo que es más importante, fue la oportunidad de dar forma al debate emergente sobre ambiente y desarrollo. Los negocios surgieron sin normas o reglamentaciones que impidieran sus actividades social y ambientalmente destructivas. La única referencia a las transnacionales en la Agenda 21, uno de los principales resultados de la Cumbre, fue un reconocimiento al papel de la industria en el desarrollo sustentable. ¿Cómo surgió esta increíble transformación de la imagen y el papel de la industria en la búsqueda de desarrollo sustentable? En 1990, el industrial suizo Stephan Schmidheiny creó el Consejo Empresarial para el Desarrollo Sustentable, bajo la influencia de su amigo Maurice Strong, secretario general de la Cumbre de la Tierra. Schidheiny, a su vez, convenció a 48 dirigentes de grandes empresas de todo el mundo para formar el referido Consejo. Esas compañías, que trabajaron juntas con la Cámara Internacional de Comercio, promovieron con todo éxito su agenda de "mercados libres", nuevas tecnologías y crecimiento económico como elementos fundamentales para promover el desarrollo sustentable. El Consejo formado por las empresas fue un financiador importante de la Cumbre de la Tierra, y las compañías participaron individualmente de varios proyectos, incluidos los "kits de la Cumbre de la Tierra" creados por Coca-Cola para todas las escuelas primarias del mundo angloparlante. El mundo empresarial está feliz con la fórmula de participación de "todos los involucrados" que será utilizado en el proceso preparatorio de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sustentable (también conocido como Río+10), que se realizará en setiembre en Johannesburgo para evaluar los avances mundiales logrados en los 10 años desde la Cumbre de Río. El modelo no sólo asegura a las empresas un sitio en la mesa de negociaciones y les otorga legitimidad, sino que además les ofrece "un espacio más positivo para interactuar con los involucrados, incluidos los gobiernos". Los procesos descentralizados y el papel prominente de los involucrados "deja al proceso de creación de la agenda en manos de quienes (...) tienen mayor compromiso y capacidad para participar", como señala un empresario. Las victorias de la última Cumbre de la Tierra, la Cámara Internacional de Comercio y el Consejo Empresarial para el Desarrollo Sustentable (que en 1995 fue reorganizado y rebautizado Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sustentable (World Business Council for Sustainable Development), ya había comenzado a prepararse para Río+10 en el otoño austral de 1999, mucho antes que varias ONG ambientalistas. A lo largo de la primavera y verano siguientes, el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sustentable publicó una serie de secciones en el influyente periódico International Herald Tribune. En la etapa preparatoria de Río+10, el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sustentable también lanzó cinco proyectos nuevos, entre ellos "Minería, Metal y Desarrollo Sustentable" y "Movilidad Sustentable". Los proyectos, en el que participan numerosas empresas con antecedentes de graves actividades insustentables, se centran en una serie de "diálogos de partes involucradas" con ONGs e instituciones internacionales. La organización Project Underground, con sede en Estados Unidos, y varias otras organizaciones, ya han dado a conocer su preocupación. Según Danny Kennedy, de Project Underground, esas actividades "apuntan a cooptar la noción misma de sustentabilidad". La Cámara Internacional de Comercio es un participante muy activo de la Comisión de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable, el organismo que monitorea la aplicación de los compromisos de Río y que prepara Río+10. La maquinaria de relaciones públicas de la Cámara Internacional de Comercio, mediante avisos en su sitio Web y en sus periódicos, se apoya en el Compacto Global entre la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el mundo empresarial internacional y hace uso y abuso de él. El Compacto Global, lanzado por primera vez por el secretario general de la ONU, Kofi Annan, en enero de 2000, se basa en un conjunto de principios ambientales, sociales y de derechos humanos no obligatorios. La ausencia total de mecanismos de monitoreo y coacción hace del Compacto un instrumento ideal para camuflarse de "ambientalistas" en el camino preparatorio a Río+10. Seriamente preocupada por la credibilidad de la ONU, la Alianza para unas Naciones Unidas libres de Empresas, una creciente coalición de ONGs, reclama que se suspenda la fallida sociedad con las empresas y grupos de presión empresariales. La Cámara Internacional de Comercio y el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sustentable han creado recientemente un nuevo instrumento: la Acción Empresarial para el Desarrollo Sustentable. Presentada en Nueva York en abril, en ocasión de una conferencia de prensa de la ONU, "apunta a juntar las fuerzas colectivas del mundo empresarial en el proceso preparatorio" de la próxima Cumbre Mundial. El nuevo organismo será dirigido por Mark Moody-Stuart, recientemente retirado presidente de Royal Dutch/Shell, una compañía que ha llevado las fronteras del camuflaje ambientalista más lejos que ninguna. "En palabras sencillas, nuestro mensaje para la Cumbre de la Tierra del 2002 es que la actividad empresarial es parte de la solución", explica Moody Stuart. El director ejecutivo del organismo, Bjorn Stigson, insiste en que el problema no son las empresas sino los consumidores. "Creemos que el mundo empresarial sabe cómo manejar los temas de la producción en el futuro, a través de conceptos como ecoeficiencia", declara Stigson. "El aspecto del consumo es mucho más difícil". Aduciendo que la industria ya ha hecho lo que debía, reduciendo sus impactos ambientales, la federación europea de empleadores UNICE argumenta que el comercio "se ha ganado, por lo tanto, el derecho a asumir una cuota mayor de responsabilidad para con el ambiente –mucho más allá de la dirección y el control". "Dirección y control" es la expresión utilizada por los grupos empresariales de presión para describir "instrumentos autoritarios" tales como metas y reglamentaciones sociales o ambientales de aplicación obligatoria. Las empresas argumentan que la acción voluntaria y la autorregulación por parte de la industria es todo lo que se necesita para salvaguardar los avances en materia ambiental y social. Una razón clave de por qué los grupos de presión están invirtiendo tanto en el proceso de Río+10 es precisamente para consolidar el apoyo gubernamental al "ambientalismo de libre mercado". El camuflaje ambientalista de la sociedad civil La cumbre de Johannesburgo evaluará las principales tendencias nuevas que impactan en el ambiente y el desarrollo, en especial la globalización económica y las nuevas tecnologías, como la biotecnología. El escenario más temido por el mundo empresarial es que la crítica creciente a la globalización dirigida por las empresas sea lo que marque el tono de Río+10. Ellos saben bien que, como dice Stigson, "ha comenzado un cuestionamiento internacional al papel y función de los mercados libres". No obstante, algunas ONGs en los hechos respaldan los intentos de las empresas por camuflar la globalización neoliberal. Y lo hacen no sólo por no mantener una saludable distancia crítica con las empresas, sino incluso comprometiéndose en modelos de cooperación que ayudan a las transnacionales a reflejar la imagen de respetables "ciudadanos del mundo empresarial". El "diálogo con la sociedad civil" –o más bien con parte de ella- es central para las estrategias empresariales de Río+10. El Consejo Mundial de Comercio para el Desarrollo Sustentable, por ejemplo, ha organizado una serie de reuniones internacionales con ciertas ONG, eventos que resultaron en recomendaciones sospechosamente cercanas a las del Consejo Mundial de Comercio para el Desarrollo Sustentable. Un ejemplo es el Diálogo Mundial sobre Mercados, realizado en el 2000, que concluyó que lo necesario para lograr el desarrollo sustentable son "formas de crear mercados donde no existen actualmente, o hacer que los mercados existentes funcionen más eficientemente". Las ONG que asistieron obviamente no son el tipo de grupos que cuestionan a la Organización Mundial de Comercio (OMC) y su globalización neoliberal en general. Con organizaciones ambientalistas importantes, como la IUCN, el WWF y el WRI, el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sustentable ha entablado buenas relaciones con el correr de los años. El diálogo entre ONGs y empresas también es promovido por estructuras como el Foro UNED, con sede en el Reino Unido, una ONG con "múltiples partes interesadas (...) que ha promovido la obtención de resultados desde la primera Cumbre de la Tierra en 1992 y ahora trabaja en la preparación de la Cumbre de la Tierra 2002". Tanto el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sustentable como la Cámara Internacional de Comercio participan activamente como socios de UNED. Por lo tanto, no es de sorprender que UNED reciba fondos de Novartis y British Petroleum. Algunas ONG también se dedican al negocio en la "Coalición Europea Río+10". En este "proceso estratégico tripartita", el Consejo Mundial de Comercio para el Desarrollo Sustentable es un miembro más junto a grupos como la Coalición Internacional para la Acción para el Desarrollo (ICDA), el WWF, el Movimiento Europeo y Socios Europeos para el Medio Ambiente. A pesar de su camuflada imagen ambientalista, las negociaciones de la ONU sobre cambio climático, residuos tóxicos y varios otros problemas ecológicos mundiales, el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sustentable y la Cámara Internacional de Comercio están presionando sistemáticamente contra la aplicación de normas efectivas para asegurar avances en materia ambiental. Sus verdaderas prioridades son defender la expansión del comercio mundial favorable a las empresas y de las normas de inversión actualmente aplicadas. A casi 10 años de la Cumbre de la Tierra, queda totalmente claro que las iniciativas voluntarias de la industria no cumplen los requisitos necesarios para aliviar los problemas, y ni que hablar de las fallas de la autorregulación empresarial. Las permanentes violaciones de los derechos ambientales, laborales y humanos por parte de las transnacionales, incluidos numerosos miembros del Consejo Mundial de Comercio para el Desarrollo Sustentable y la Cámara Internacional de Comercio, subrayan el hecho de que el mundo empresarial es parte importante del problema. Una parte imprescindible de la solución es la aplicación obligatoria de normas internacionales para controlar a las empresas y facultar a las comunidades locales. ------------- Este artículo de Corporate Europe Observatory (CEO), organización con sede en Holanda miembro de Amigos de la Tierra Internacional, apareció por primera vez en Link (Nº 98, julio/setiembre 2001). La versión completa se encuentra en el sitio Web de CEO: www.xs4all.nl/~ceo. |