Finanzas | |
Argentina ¿El fin del modelo neoliberal? La crisis económica que se desencadenó en Argentina socava la mentada conveniencia del modelo de desarrollo neoliberal, demostrando lo erróneo de sus prescripciones y las deficiencias que rodean al orden financiero internacional. Por Chakravarthi Raghavan La crisis en Argentina, que se ha estado gestando en los últimos cinco años, señala, aún cuando los promotores se niegan a reconocerlo, el fin del modelo neoliberal de desarrollo del Fondo Monetario Internacional (FMI)-Banco Mundial-Organización Mundial de Comercio (OMC), tal como la crisis mexicana en 1994 marcó el desbaratamiento del Consenso de Washington, promovido por el FMI, el Banco Mundial, los think-tanks liberales con sede en Washington y en general el establishment. En el frente financiero y monetario, el modelo ha significado que los países hayan adoptado la convertibilidad total de las monedas, sin restricciones en la cuenta corriente así como la apertura de la cuenta de capital, todo sobre la base de que un clima económico apropiado alentaría a los inversionistas extranjeros y entrarían fondos que llenarían cualquier diferencia en la balanza de pagos, tornando innecesaria la aplicación de restricciones en la misma. La crisis financiera argentina -y su insustentable sistema cambiario y de libre convertibilidad-, que se venía anunciando desde hacía cinco años, explotó primero en forma de crisis social -elevado desempleo, permanente deterioro del nivel de vida y la clase media deslizándose cada vez más en la pobreza- y recientemente evolucionó hasta convertirse en una crisis política de primera magnitud, provocando la caída del presidente Fernando de la Rúa. La crisis no ha tenido efectos inmediatos en los países vecinos, relacionados con Argentina a través del Mercado Común del Sur (Mercosur) ni en otros mercados emergentes. Pero si bien sus socios del Mercosur parecen mantenerse, no sería bueno ignorar las repercusiones de la explosión política y social de Argentina fuera de sus fronteras. Con intentos de lograr la autoridad de vía rápida en la Cámara de Representantes de Estados Unidos para la administración de negociaciones comerciales y gestiones similares en el Senado y otros ámbitos, hay temores de que varias de las promesas de Estados Unidos que sostienen el apoyo de varios países, incluidos los exportadores agrícolas latinoamericanos del Grupo Cairns, tal vez no se cumplan. Los mercados agrícolas de Estados Unidos o Europa no estarán tan abiertos a las exportaciones de Argentina, Brasil y otros países de la región. La crisis argentina también trae a luz la falta de responsabilidad existente en el ámbito internacional. La crisis financiera de un país cuyas políticas económicas y financieras han sido aclamadas y respaldadas por préstamos y fondos del FMI y movilizados por él, demuestra la incompetencia técnica del FMI y de su personal profesional jerárquico en la medida que no fueron capaces de anticipar las dificultades y la crisis resultante y mostraron su incapacidad para realizar juicios prudentes acerca de cuáles medidas funcionarían y cuáles no. En todos los casos, es el país y su gobierno el "responsable" de sus problemas –por las políticas y medidas que aplicó o no aplicó, sean propias o a nombre de quienes prestaron dinero o invirtieron. Y Argentina y sus gobiernos no son una excepción. Con un presidente elegido en las urnas expulsado de su cargo no por izquierdistas y "extremistas" -la caracterización común de los movimientos de protesta del pasado- sino por una clase media que cada día se hunde más en la pobreza, no hay soluciones fáciles para Argentina. La idea de la "dolarización", una medida aparentemente respaldada por el ex presidente Carlos Menem y algunos dirigentes de su partido, no será ahora una solución dado que las reservas en dólares del país son mucho menores que el dinero en pesos circulante. El papel del FMI En diciembre pasado, cuando el ministro de Economía Domingo Cavallo viajó a Washington a persuadir al FMI para que liberara fondos, ese organismo multilateral se negó a autorizar el desembolso de 1.300 millones de dólares. Y el vocero del FMI, Thomas Dawson, Director del Departamento de Relaciones Externas del organismo, culpó al gobierno argentino por no haber cumplido los objetivos acordados. Sin embargo, el 15 de setiembre, el mismo Dawson -en una carta al diario Los Angeles Times que fue publicada en el propio sitio Web del FMI-, había elogiado al gobierno argentino y a sus políticas, incluido el sistema de libre convertibilidad del peso, encomiando el apoyo popular que tenía. Dawson había respondido a las críticas de Mark Weisbrot, quien había escrito diciendo que "Ayudas como las del FMI convierten a Argentina en un toxicómano", argumentando que en lugar de eso, el país sudamericano debería declarar la moratoria en el pago de la deuda y devaluar el peso. En su carta, Dawson elogió al gobierno argentino, calificó a sus medidas de reforma como "las correctas" y censuró a los críticos de las políticas del FMI que reclamaban moratoria de la deuda y devaluación. La carta de Dawson también decía que el sistema de libre convertibilidad argentino gozaba de "amplio respaldo en el país", que Argentina no tenía otra opción que una política de déficit cero debido a la falta de acceso a los mercados financieros, y que el gobierno estaba "adoptando medidas para proteger a los pobres de los aspectos peores del ajuste". Dawson dijo que el programa argentino, "tal como ha sido concebido por Argentina y no por el FMI", daría al país buenos antecedentes de transformación económica. También citó con aprobación a Cavallo en cuanto a que bajo una norma de déficit cero, el país podría "adaptarse más fácilmente a las conmociones externas sin tener que pasar continuamente la carga al sector productivo y eficiente, como es el privado". Sin embargo, cinco años de esa política ha dado como resultado una tasa de desempleo del 20 por ciento y el deslizamiento a la pobreza de la otrora acaudalada clase media argentina, que tomó las calles y participó en el asalto de supermercados en busca de alimentos. Informes de prensa indicaban que el FMI hubiera deseado que el gobierno argentino adoptara sus propias medidas para declarar la moratoria de la deuda y devaluar. No obstante, ese paso no sería fácil en ausencia de una disposición sobre bancarrota internacional tal como se ha propuesto reiteradamente por la UNCTAD a lo largo de varios años, y que el FMI y Washington han denegado una y otra vez. Sin esa protección internacional, cualquier titular de bonos extranjero -y más aún los que "compran" barato en los mercados secundarios de la deuda argentina- podría presentarse ante los tribunales en cualquier lado e incautar los activos argentinos -como aviones o barcos o incluso cuentas bancarias- en reclamo del pago total. Hace muy poco –y tardíamente-, cuando resultó claro que los contribuyentes de los países industrializados no quieren pagar los costos de paquetes interminables y crecientes de rescate de deudas, que el FMI -a través de la Primera Subdirectora de Administración, Anne Krueger, en un discurso pronunciado en Washington en noviembre- sometió la idea a discusión. Tragedia comercial Aun cuando la visión actual hace agua en los frentes financiero y monetario, en el frente comercial se sigue promoviendo la visión neoliberal irresponsablemente, como si los sistemas financiero, monetario y comercial pudieran existir independientemente uno de otro. En el ámbito del comercio, el modelo neoliberal ha implicado la versión de "libre comercio" de la OMC y los beneficios de la liberalización del comercio -como si la liberalización fuera un fin en sí mismo- impulsada sobre la base de un nuevo programa de trabajo acordado en la última Conferencia Ministerial de Doha de la OMC. Los méritos de tal liberalización son promovidos en función de supuestos beneficios en proyecciones en los modelos de equilibrio general computables, como en el estudio ampliamente citado -por la secretaría de la OMC en los preparativos de Doha y por funcionarios de comercio de Estados Unidos- de la Universidad de Michigan, de Drusilla Browsn, Alan Deardoff y Robert Stern, acerca de los 1,9 billones de dólares que se agregarían al producto económico mundial por la liberalización del comercio. El director general de la OMC, Mike Moore, en artículos publicados en la prensa, y el informe de la Secretaría de la OMC, ha dicho que los países en desarrollo aumentaron su participación en el comercio mundial en las últimas dos décadas, y que el aumento se debió a un aumento de las exportaciones de manufacturas y servicios. En términos de dólares nominales, entre los 70 y los 90, la participación de los países en desarrollo en el comercio mundial creció aproximadamente de un cuarto a un tercio, y ha habido una rápida transformación de sus exportaciones de materias primas a manufacturas. No obstante, dice Yilmaz Akyüz, macroeconomista principal de la UNCTAD y encargado de la división Estrategias de Desarrollo Mundial, la participación de los países en desarrollo en la producción mundial y, por lo tanto, en el ingreso mundial ha permanecido en una constante alrededor del 20 por ciento. La participación de los países industrializados en el comercio mundial se ha reducido, pero su participación en la producción mundial ha aumentado en el mismo periodo, de aproximadamente 72 a 77 por ciento, y ha habido una creciente diferencia Norte Sur en los ingresos, y no convergencia. Esto significa que el aumento del comercio de los países en desarrollo y su mayor integración a los mercados mundiales no ha aparejado una contribución positiva importante en su crecimiento e ingresos por habitante. "El Sur ha estado comercializando más sin producir más. El Norte ha estado comercializando menos pero produciendo más, dando como resultado mayores ingresos", dice Akyüz. En el Informe de Comercio y Desarrollo 2002 de la UNCTAD, que se publicará a fines de marzo o principios de abril, se brindarán datos más detallados y análisis de este fenómeno, así como de las interrogantes planteadas en términos de estrategias de desarrollo. (SUNS) |