Crisis financieral
 

El papel del FMI en Indonesia

Un debate que se globaliza

Hace cinco años, Indonesia recurrió al Fondo Monetario Internacional (FMI), al quedar devastada por la crisis financiera asiática. Hoy, el gabinete indonesio vive una división interna respecto de si es deseable continuar bajo la tutela económica y cumplir con las prescripciones de dicho organismo. Kwik Kian Gie, ministro indondesio de Planeamiento Nacional para el Desarrollo, ha lanzado un debate sobre este tema al cuestionar el papel que juega el FMI en su país.

Por Max Lane

La discusión en Indonesia entre el ministro Kwik Kian Gie, a cargo del equipo encargado del Planeamiento Económico Nacional, y otros ministros del gabinete de la presidenta Megawati Sukarnoputri acerca de si mantener o no la relación de su país con el Fondo Monetario Internacional (FMI), es muy importante para la política interna de ese país. También es un debate que acerca a Indonesia a la tendencia mundial.

La estrategia económica propuesta por el FMI –junto con el Banco Mundial- ha sido atacada por varias facciones desde que dichos organismos fueron creados por iniciativa del gobierno de Estados Unidos, al final de la Segunda Guerra Mundial. Pero en los últimos años, el ataque se ha recrudecido. Lo más interesante es que las críticas contra los organismos multilaterales de crédito han propiciado el surgimiento de nuevos movimientos políticos en Estados Unidos, Europa occidental y Australia: el movimiento contra la globalización o, para decirlo con mayor exactitud, el movimiento contra la globalización neoliberal.

Este movimiento irrumpió en escena a fines de 1999, con las grandes demostraciones contra la Organización Mundial de Comercio (OMC), durante la Conferencia Ministerial de Seattle, y a seguido creciendo desde entonces, con grandes marchas en varias ciudades europeas. También ha habido varias conferencias importantes en las cuales se criticó al FMI, el Banco Mundial y la OMC, entre las cuales se destaca el Foro Social Mundial que se realizó dos veces en Porto Alegre, Brasil. En el último Foro, en enero pasado, se reunieron más de 80.000 personas para buscar alternativas a las estrategias propuestas por el FMI y el Banco Mundial.

En el corazón de estas críticas se encuentra la constatación de que, en la última década, los gobiernos de Occidente –en particular, el de Estados Unidos- han utilizado al FMI y al Banco Mundial para avanzar hacia un proceso de centralización de la acumulación del capital en Occidente. No ha habido una verdadera globalización de la inversión productiva, que permanece centrada en Estados Unidos, Europa occidental y Japón. Existe una globalizacíón del capital especulativo que, a menudo, ha generado inestabilidad financiera y una centralización de la inversión productiva.

La crítica que se le hace al FMI es que utiliza su poder sobre los países endeudados para obligarlos a eliminar toda medida proteccionista que tengan contra las actividades abusivas de los países occidentales más poderosos. Estados Unidos habla de libre comercio, pero utiliza al FMI para abrir los mercados de las economías más débiles, a menudo a expensas del desarrollo de la industria y la agricultura locales.

Socavan la soberanía económica

La economía de Indonesia está empequeñecida y debilitada sobre todo porque ha sido víctima de 300 años de saqueos por parte de Holanda y otras potencias coloniales. Los países en desarrollo no han logrado aún su desarrollo completo debido al colonialismo. Por el contrario, los países occidentales tienen economías poderosas porque tuvieron la oportunidad de enriquecerse y crecer durante sus tiempos de potencias coloniales.

Un país como Indonesia tiene todo el derecho a protegerse contra las prácticas abusivas de Occidente. Es indignante que Occidente espere que Indonesia pague lo que se conoce como deuda externa, que en su caso asciende a 70.000 millones de dólares. Occidente obtuvo mucho más que eso durante los últimos 300 años. Peor aún, Occidente utiliza este endeudamiento para atropellar la soberanía económica de países como Indonesia y Argentina.

Es tal el nivel de detalle sobre manejo económico que figura en las cartas de intención que firma el gobierno de Indonesia con el FMI, que dicho organismo ha tomado el control de hecho de la economía de ese país. Este control es utilizado para transformar a la economía de Indonesia en una extensión subordinada de las economías occidentales. Ese es el motivo por el cual los bancos gubernamentales y otros bienes públicos se venden lo más rápido posible, de modo que puedan ser comprados muy baratos con capital estadounidense, como ocurrió con el Banco Central de Asia.

También es la razón por la cual el FMI insiste en reducir las cuotas arancelarias de casi todos los productos que Estados Unidos pueda exportar de Indonesia. Esto es lo que está ocurriendo con el azúcar y, también, con el arroz, que es la fuente de empleo de millones de habitantes de Java. Los productores de arroz y azúcar han organizado protestas, dado que sus ya miserables ingresos se han reducido debido a la existencia de arroz y azúcar importados y más baratos. Su pobreza es más grave ahora que se cortaron los subsidios a los fertilizantes.

La solidaridad con las víctimas de estas políticas desastrosas del FMI es lo que subyace al movimiento que crece en Occidente pidiendo la abolición del FMI y la cancelación de la deuda externa de todo el mundo en desarrollo.

Debate sólo comienza

En Indonesia, el debate acaba de empezar. El ministro de Economía, Dorojatun Jakti, acaba de contestar las críticas de Kwik al FMI señalando que la consecuencia de cortar relaciones con dicho organismo será que Indonesia dejará de recibir importantes flujos de capital, aunque el mismo vaya acompañado del pago de intereses y toda clase de condiciones.

Dorojatun tiene razón, por supuesto. Su respuesta subraya la dirección hacia la cual debería dirigirse el debate. Si no es del FMI, ¿de dónde obtendrá Indonesia el capital que necesita?

Indonesia cuenta con fuentes de financiación que están disponibles a largo plazo. El mundo seguirá necesitando el petróleo, el gas y otros minerales que suministra dicho país. Y siempre habrá países y empresas occidentales que hagan transacciones comerciales sin tener en cuenta lo que ordene el FMI. Hasta Cuba, boicoteada por Estados Unidos, recibe inversiones de países como España y Suecia, y tiene buenas relaciones comerciales con China y Venezuela.

Pero al final, si Indonesia quiere tener una economía soberana y ser un país soberano, debe modernizarse, una idea surgida del movimiento en pos de la construcción de la nación indonesia: la idea de berdikari (pararse sobre los propios pies) que lanzó Sukarno.

Esto no puede significar aislarse de la tecnología o el comercio mundiales. Pero puede significar el hecho de tomar como punto de partida para cualquier estrategia económica la movilización de todos los recursos humanos y financieros que ya se encuentran dentro de la sociedad y la economía, en lugar de suponer que el motor es la inversión privada extranjera. En cualquier caso, hoy no cuenta con inversión privada de peso, ni nacional ni extranjera.

Movilizar los recursos existentes significa tener un inventario de toda la tecnología existente y subutilizada, en cualquier nivel de desarrollo. Pero, sobre todo, significa movilizar y mejorar lo más rápido posible al total de recursos humanos con los que cuenta el país.

Este es el mayor crimen de las políticas que apoya el FMI y que aplica la clase dirigente. En lugar de ser la prioridad, la educación queda relegada al último lugar de la lista. Millones de niños están dejando la escuela, lo cual hace pensar que Indonesia está preparándose para convertirse en un país de coolies.

Pero movilizar todos los recursos humanos y técnicos del país, en forma independiente del FMI y de Occidente, constituye un problema político primero, y económico en segunda instancia. Las instituciones gubernamentales no pueden, por sí mismas, inventariar y organizar a 200 millones de personas en un esfuerzo colectivo. Esto requiere un movimiento social; es necesario que decenas de millones de personas se organicen y se vuelvan concientes de las tareas que implica el desarrollo.

No hay duda de que el pueblo de Indonesia, al igual que cualquier otro, es capaz de organizarse. De hecho, un movimiento social de ese tipo empezó a forjarse a principios del siglo pasado, bajo la forma de movimiento independentista anticolonial. Así surgieron grandes partidos políticos, al igual que sindicatos, uniones de agricultores, organizaciones de mujeres y movimientos culturales que alentaron la participación masiva hasta mediados de la década del 60.

Ninguna discusión acerca de maneras de evitar ser esclavos de Occidente y el FMI puede evitar este punto central: la necesidad de reflotar y reconstruir las organizaciones populares de participación masiva, como manera de movilizar democráticamente los recursos de la sociedad.

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Max Lane es miembro visitante del Centre for Asia Pacific Social Transformation Studies, Universidad de Wollongong, Australia. Lane también es miembro de Action in Solidarity with Asia and the Pacific:

www.asia-pacific-action.org.

Este artículo fue publicado en Jakarta Post (19 de junio de 2002) y en Green Left Weekly (3 de julio de 2002).


 

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