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La OMC y su sueño del laissez-faire comercial
por Chakravarthi Raghavan
"Si los gobiernos mantuvieran permanentemente el compromiso de consumar el laissez-faire tanto en la política nacional como en la internacional" -dice la Secretaría de la OMC en su publicación "Comercio Internacional: tendencias y estadísticas"- la integración mundial avanzaría al ritmo que le imprimiría su propio impulso natural." El informe también analiza la experiencia europea, desde el acuerdo de libre comercio anglo-francés de 1860 hasta la experiencia de la década del 30 y el sistema del GATT surgido en el período de posguerra. La OMC manifiesta al respecto cierto temor. Si bien la integración a escala mundial ha llegado a un punto tal que hace impensable una desintegración como la ocurrida en la década del 30, una situación de guerra comercial como la de entonces en las actuales relaciones comerciales podría hacer realidad la fractura de la economía mundial, caracterizada por bloques comerciales orientados hacia adentro y potencialmente antagónicos. "No sería una guerra entre países sino entre bloques comerciales unidos por tratados de libre comercio y el deseo de proteger el grado de integración interna alcanzada", sostiene la OMC. Para impedir que eso suceda, el informe exhorta a las fórmulas grupales que aseguran zonas actuales y futuras de libre comercio y de aduanas, que permanezcan orientadas hacia afuera, complementando el sistema multilateral de comercio en lugar de competir con él. A su vez, ese proceso se aseguraría a través del comercio entre los miembros de la OMC que enfrentan un alto grado de dificultades emanadas de los acuerdos de la Ronda Uruguay. La producción y el comercio mundial a ritmos desiguales Según el informe, el volumen del comercio mundial de mercancías experimentó una leve desaceleración en 1995, y se calcula que en 1996 seguirá bajando. El pronóstico para 1995 del volumen del comercio de bienes es un crecimiento de 8%, comparado con el 9,5% de 1994, pero igualmente es el triple del crecimiento de la producción mundial. Se calcula que el crecimiento del comercio en volumen de bienes para 1996 tendrá un ritmo algo menor que el de 1995, pero cercano al doble del crecimiento de la producción mundial, agregó la Secretaría de la OMC. El informe de la OMC proyecta para 1996 un volumen de crecimiento de la producción mundial similar al de 1994 y 1995. En términos de valor, la información disponible de los seis primeros meses para los comerciantes líderes (que representan las tres cuartas partes del comercio mundial) demuestra que el comercio de bienes aumentó un 23% comparado con el 13% del mismo período en 1994. Pero este logro es en gran medida resultado del efecto de la depreciación del dólar. Inestabilidad financiera y crecimiento del comercio El informe sostiene que aún no está claro cómo afectarían las alteraciones de los mercados de divisas al crecimiento del comercio proyectado para 1995 y 1996. Las cifras del comercio mundial de los seis primeros meses de 1995 no mostraron signos de que hubiera sido perjudicado por la pronunciada depreciación del dólar. "En cuanto a la alteración de los mercados de divisas de fines de setiembre, es demasiado temprano para opinar", se dice en el informe de la OMC. Y se agrega que la investigación empírica existente sobre los tipos cambiarios en el mercado mundial indica que el impacto sería mínimo. Si bien las razones no están claras, la mayoría de las explicaciones señalan que los nuevos instrumentos financieros que permiten la cobertura del riesgo cambiario ayudan considerablemente a reducir los riesgos de la inestabilidad de las divisas para los comerciantes. Pero el informe de la OMC parece ignorar otros estudios que demuestran que para muchos países en desarrollo, los costos de la cobertura del riesgo son más elevados y se agregan a los costos de transacción. Además dichos costos resultan una asignación ineficiente de los recursos y, en general, no están al alcance de pequeñas y medianas empresas o productores de materias primas. Efectos adversos de las fluctuaciones Los estudios realizados por el Grupo de los 24 (el grupo de países en desarrollo en el marco del FMI y el Banco Mundial), y publicado por la UNCTAD en su serie "Asuntos monetarios y financieros internacionales para los países en desarrollo", ofrecen algunas pruebas acerca de los efectos negativos de la volatilidad y las fluctuaciones de los tipos cambiarios sobre el comercio, la producción y la inversión. Los estudios demuestran que las fluctuaciones y la volatilidad de los tipos cambiarios aumentan el riesgo y la incertidumbre en las transacciones internacionales y deprimen la oferta de exportaciones y la demanda de importaciones. Además prueban que "este efecto es independiente de si los riesgos están o no totalmente cubiertos; si bien la cobertura a futuro reduce el riesgo, el costo de la operación en los mercados de futuro tiene efectos similares al riesgo no cubierto en el comportamiento de la oferta y la demanda". Por otra parte, los desajustes de los tipos cambiarios distorsionan las señales de los precios y la rentabilidad de distintas actividades, y desencadenan desplazamientos ineficientes en los grados de utilización de la capacidad y los niveles de empleo así como en la asignación de las inversiones. Los desajustes perjudican también la composición y el nivel de las inversiones y, en la medida en que no puedan anticiparse las oscilaciones a largo plazo, acortan el horizonte de los inversores. En la década del 80, los estudios realizados por la Reserva Federal de Nueva York demostraron que esas fluctuaciones tienen efectos adversos hasta en el comercio de los países industrializados. Se encontró que el efecto más perjudicial es que esas fluctuaciones y desajustes de los tipos cambiarios dan lugar a medidas proteccionistas, muchas veces bajo la apariencia de soluciones a los déficits del comercio bilateral, que hasta hoy sigue siendo un tema constante para Estados Unidos. En términos de la reciente experiencia europea, otros estudios académicos sacaron a luz los efectos negativos generales de las fluctuaciones y la inestabilidad de los tipos cambiarios. Se produce un aumento de las tasas de interés, que a su vez deprime las inversiones y la producción y cierra el círculo en términos del comercio. Aumento del comercio como síntoma de la integración Centrándose en las tasas de crecimiento comercial cada vez más elevadas con relación al crecimiento de la producción, la OMC lo considera de manera positiva como un reflejo de la creciente "integración a escala mundial" de la economía mundial. "Resumiendo", se dice en el informe, al estudiar la relación comercio-producción desde la década del 50, y los modelos más consistentes de la década del 90, "el creciente coeficiente del comercio mundial con relación a la producción mundial es la pieza central de la evidencia del ritmo de integración mundial y la creciente interdependencia entre los países". "Y al centrar la atención en el mayor dinamismo del comercio internacional, es decir, el hecho de que el comercio creció más rápido que la producción durante todo el período de posguerra, se resalta el papel central del comercio internacional en el crecimiento económico de posguerra." No obstante, una corriente cada vez más numerosa de economistas, ambientalistas y especialistas en ciencias sociales opinan que el aumento de estos coeficientes comercio-producción se asemeja al efecto de la ardilla en la rueda giratoria, puesto que conllevan una utilización de energía muy por encima de lo necesario y otro tanto para transporte (uno de los sectores donde hay más emisiones de gases de efecto invernadero). La Secretaría de la OMC aduce que el mayor crecimiento del comercio con respecto a la producción, sobre todo en los últimos 45 años, junto con la evolución de la integración mundial indican un cierto ritmo natural hacia la integración a escala mundial. El laissez-faire de la OMC La integración mundial de posguerra, explica la OMC, se debe a la evolución de las políticas estatales, las innovaciones en las comunicaciones y el transporte y las estrategias de empresas e inversores individuales. Los dos últimos factores, según la OMC, imparten un ímpetu natural a la integración mundial y el papel de las políticas estatales abandonaría la escena "si los gobiernos de todo el mundo estuvieran permanentemente comprometidos a consumar el laissez-faire en la política nacional e internacional." "En este caso, habría razones para creer que la integración mundial seguiría progresando al ritmo de su propio impulso natural, impelida por las decisiones diarias de millones de individuos y empresas." Pero el informe parece lamentar que el laissez-faire no sea el enfoque dominante de la política económica, y mucho menos en el ámbito del comercio internacional. Y agrega que "las políticas estatales con relación al comercio internacional y los flujos de capital pueden, si bien de modo imperfecto, acelerar o enlentecer, o incluso revertir, el progreso de la integración mundial." La existencia de "restricciones internacionales" legalmente obligatorias para las políticas gubernamentales puede cumplir un papel importante, dando pie a políticas nacionales que alimenten la integración, dice la OMC, y cita la historia arancelaria de la Europa del siglo XIX, de 1860 a 1914: el tratado anglo-francés de libre comercio sobre una base de nación más favorecida que fue adoptado por la mayor parte de Europa. Mito político y económico Sin embargo, otros economistas y analistas, como M. Panic y Paul Bairoch, en sus estudios publicados sobre la historia económica de esos tiempos, subrayaron que Francia y Alemania -para quienes ese tratado se retrotrae a finales de la década de 1870- se industrializaron y la Gran Depresión los afectó menos, mientras que Inglaterra, que continuó en el camino del laissez-faire, sufrió un revés en su posición dominante como líder de la revolución industrial, dando paso a Estados Unidos y el resto de Europa, y nunca volvió a recuperar terreno. Panic, en su libro "National Management of the International Economy", subrayó que las teorías del libre comercio descansan en algunos fundamentos que los economistas de comercio a menudo ignoran u olvidan: pleno empleo; armonía internacional de intereses; igualdad de oportunidades asegurada por rendimientos a escala y competencia perfecta (en lugar de competencia oligopólica que bloquea nuevos ingresos); un sistema financiero internacional efectivo para asegurar el crecimiento y la distribución de las finanzas internacionales y promover mejoras en el empleo nacional y mundial e ingresos reales. Panic también subraya como requisito importante que si un gran número de estados soberanos independientes acepta el libre comercio, las ganancias que éste brinde deberán ser repartidas equitativamente. Incluso en la Inglaterra del siglo XIX (que los economistas de la OMC miran nostálgicamente cuando pregonan el laissez-faire para asegurar un orden de comercio liberal y la integración a escala mundial), Panic observa que el "laissez-faire fue un mito político y económico (...) una adhesión al principio del laissez-faire no necesariamente implica neutralidad política. En condiciones en que el equilibrio del poder económico está distribuido inequitativamente, la inacción estatal puede ser beneficiosa para los intereses establecidos, así como la intervención puede serlo para un interés en ciernes (...) Las empresas de los países que se industrializaron primero pueden obtener importantes ventajas incluso en aquellas actividades en las que los países no tienen ventaja comparativa. Si pueden usar su poder de mercado para impedir que las empresas de los países en que esas ventajas existen ingresen en estas actividades, el libre comercio puede provocar fácilmente una mayor distribución inadecuada de los recursos productivos del mundo que la protección". (Fuente: SUNS) |