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Globalización: ¿Solidaridad o imperialismo trasnacional? Con un 1996 que se inicia de manera sombría -malas perspectivas de crecimiento, más desempleo y mayor incertidumbre social y política-, la "globalización" parece ser la expresión de moda y el grito de batalla en discursos internacionales y nacionales por Chakravarthi Raghavan
La UNCTAD-IX se ocupará de "La promoción del crecimiento y el desarrollo sustentable en una economía mundial en vías de integración y liberalización". El objetivo de la reunión es explorar en este contexto cómo maximizar el impacto que tienen sobre el desarrollo las tendencias a la integración a escala mundial y a la liberalización, y minimizar los riesgos de marginamiento e inestabilidad. El tema de la reunión de la OMC en diciembre -para la cual la Asamblea General de la ONU pidió a la UNCTAD que ofreciera sus propios informes sobre los efectos de la Ronda Uruguay y las propuestas de la nueva agenda-, todavía no ha sido fijado pero se busca empujarlo hacia un laissez faire más profundo. Las tendencias en la UNCTAD-IX El tema de la UNCTAD-IX y su agenda fueron aprobados en marzo del año pasado. Mucho antes de que se nombrara el nuevo Secretario General de la UNCTAD (Rubens Ricúpero) y asumiera su cargo, ya se había avanzado bastante en el trabajo preparatorio. Al finalizar y distribuir el documento de la conferencia, "Informe del Secretario General", Ricúpero parece haberse referido a este aspecto, reservándose su derecho a presentar recomendaciones revisadas o conclusiones frente a los comentarios que podría recibir. Dentro de la propia secretaría se produjo cierta diferencia de opiniones en cuanto a algunos puntos de vista doctrinarios sobre estas tendencias, los actores -capital nacional versus camino abierto para la inversión extranjera dirigida por las trasnacionales, y un papel intervencionista o neoliberal del Estado en esta situación. Ricúpero comparte sus ideas con las delegaciones y los amigos con los que ha conversado y se ha estado reuniendo, y les ha dejado la impresión de su compromiso continuo y profundo para con el desarrollo de la UNCTAD. Y si bien busca un enfoque de cooperación, más que de confrontación, con las instituciones de Bretton Woods y su nueva acompañante, la OMC, el ímpetu y las opiniones políticas personales del Secretario General no parecen haberse filtrado a los profesionales del segundo y tercer nivel del organismo. El rumbo de la OMC Si bien en la OMC existe una agenda bajo mandato establecida por el acuerdo y la evaluación de la aplicación de los acuerdos de la Ronda Uruguay, la conferencia ministerial de la OMC está siendo conducida en otra dirección por parte de su dirigencia y sus dos miembros dominantes, Estados Unidos y la Unión Europea. Estos utilizan el lenguaje de la teoría de mercado libre y libre comercio para promover sus propios intereses neomercantilistas. Para lograrlo, ambos procuran que los miembros de la OMC acepten agendas y negociaciones nuevas a cambio de nuevos compromisos de los países miembros en desarrollo. Por ejemplo, un régimen de inversión para dar libertad a las empresas extranjeras a establecer y comprometerse en cualquier actividad económica, -con algunas excepciones muy limitadas vinculadas a aspectos de seguridad- en cualquier parte del mundo; maximizar sus ganancias y tener asegurada la capacidad de efectuar repatriaciones a sus oficinas sede o a paraísos fiscales extraterritoriales. También se ha dicho que las cuestiones sobre la cláusula ambiental y social podrían convertirse en una forma encubierta de aplicación de nuevas barreras al comercio y a las exportaciones del Sur. Pero a diferencia de lo que sucedía a fines del siglo XVIII y XIX, cuando los compromisos y los derechos de los extranjeros fueron aplicados con la fuerza de las armas y la diplomacia de las cañoneras, esta vez se buscaría emplear la amenaza de sanciones comerciales o su aplicación misma. "Consenso de Washington": Esta política fomentará la práctica del neoliberalismo y los aspectos programáticos del "Consenso de Washington", la función limitada del Estado y la libertad de la empresa privada (extranjera) en todo el mundo. La teología neoliberal (capitalismo del laissez faire) que fue promovida bajo el llamado "Consenso de Washington", recibió un duro revés con la crisis del peso mexicano, y los esfuerzos de Washington y de las instituciones con sede en Estados Unidos para hacerle frente dejaron en evidencia la apostasía oculta de esta doctrina. A pesar de la impresión que se pretende dar con el uso del término "consenso" -una política aceptada por los gobiernos de todo el mundo y la comunidad internacional de naciones- se trata sólo de un consenso que abarca a Washington (la Casa Blanca y el Congreso), las instituciones financieras (el FMI y el Banco Mundial), la red de organizaciones no gubernamentales oficialistas y los líderes de opinión que se mueven en torno a ellos. El término en sí mismo fue acuñado por uno de esos personajes del oficialismo, John Williamson, del Instituto de Economía Internacional (IEI). Si bien muchos ministros de hacienda y funcionarios del mundo en desarrollo -forzados, quiéranlo o no, a adoptarlo por las poderosas armas del condicionamiento utilizadas por el FMI y el Banco Mundial- han estado utilizando el término y proponiendo sus doctrinas al público, lo han hecho sin legitimación política, nacional o internacional. Pero el episodio mexicano puso punto final a sus argumentos de eficacia. Como afirmó Paul Kurgman en el prestigioso periódico oficialista de Estados Unidos Foreign Affairs (julio/agosto 1995), la eficacia de los distintos aspectos de la política económica (de esta teología neoliberal) ha sido "propagandeada en forma desmedida" pero sin embargo puede ser útil, como una "especie de burbuja especulativa, una burbuja que abarcó no sólo los procesos económicos usuales por los cuales un optimismo de mercado excesivo puede ser una profecía de autorrealización temporal, sino un proceso político más sutil a través del cual las creencias comunes de las autoridades y los inversores demuestran reforzarse mutuamente...". "Por sus características especiales, la crisis mexicana marca el comienzo de la deflación del 'consenso de Washignton'. Esa deflación asegura que la segunda mitad de los 90 será un período mucho más problemático para el capitalismo a escala mundial que la primera". La OMC y su dirigencia, incluyendo al Director General Renato Ruggiero, en sus discursos, informes y comentarios han estado mirando la época de oro del siglo XIX como el estado ideal. En un discurso pronunciado en el mes de octubre del año pasado, se dijo que la liberalización de la OMC del capital y las corrientes comerciales crearía una economía integrada a escala mundial "que puede llevar servicios médicos, educativos y comerciales de alta calidad a cada rincón del mundo, (e) integrará la propia sociedad humana a escala mundial". En el informe 1995 de la OMC sobre comercio internacional, la Secretaría expresaba: "...si los gobiernos estuvieran permanentemente comprometidos a completar el laissez faire en las políticas nacionales e internacionales, apoyados cuando fuera necesario por fuertes leyes anti-trust (...) la globalización avanzaría bajo su propio impulso natural, propulsada por las decisiones diarias de miles de millones de individuos y empresas". Una irrefrenable nostalgia Ambas manifestaciones de los argumentos sobre la globalización, la liberalización y la "integración de la economía mundial", parecen basarse en los conceptos y las teorías de mercado y en la experiencia y las conductas del pasado para extraer lecciones para el futuro. Una de las manifestaciones está imbuida de una visión nostálgica, a menudo mítica, de la "época de oro" del capitalismo del siglo XIX. La otra está influenciada por la experiencia del período entre guerras y por la "época de oro del capitalismo" de posguerra (entre 1950 y 1973) y sus beneficios para el Norte, con algunos efectos de filtración en el Sur. Pero sería sensato tener en cuenta que la "época de oro" no fue muy duradera, en ambos casos apenas una generación y media. El proceso de globalización y liberalización bajo el "Capitalismo de la Tríada", a través de la instrumentación de las trasnacionales, fue evocado por el gurú del proceso de las trasnacionales, el profesor John Dunning, de la Universidad Americana de Rutgers, en un discurso pronunciado en la UNCTAD en 1994. Dunning también veía que este sueño posible del Dios Mercado y la nueva civilización de sus seguidores podía ser amenazado por los conflictos religiosos y propuso una cumbre de los líderes de las religiones tradicionales para establecer normas comunes sobre los valores y conductas de sus seguidores. Los gobiernos y las organizaciones intergubernamentales, cualesquiera sean sus profesiones religiosas y la fe en Dios de los individuos que los integran, no pueden limitarse a los rezos sino que tienen que analizar los acuerdos políticos y los instrumentos para lograr sus objetivos. Tal como lo han imaginado hasta ahora los actores dominantes y las trasnacionales, el público del Sur no lo ve más que como un retorno a la economía colonialista del siglo XIX. La opinión de los centros dominantes es impulsar y facilitar el papel de los actores trasnacionales para incluir a los países del mundo en una economía "integrada a escala mundial" -una economía mundial trasnacionalizada- bajo la consigna de mercado libre y libre comercio. Contrastando con la realidad Pero las teorías del mercado libre y del libre comercio, desde la época de Adam Smith y Ricardo hasta nuestros tiempos, se basan en varias nociones sobre la política y la sociedad que a menudo son ignoradas. Existe la noción de que las economías que liberalizan su comercio -actualmente también los movimientos de capital- tienen un equilibrio básico y gozan del empleo pleno, y que la liberalización -y la nueva globalización- no alterarán esta posición. Habrá un consenso social para equilibrar el desempleo y la inflación. Ese comercio libre producirá ganancias netas para todos y la liberalización comercial será un proceso de sumatoria positiva y no de sumatoria cero, en que las ganancias de uno se compensan con las pérdidas del otro. En estos días de comunicaciones modernas y tecnología, y de una transmisión veloz de imágenes e información sobre ganancias y pérdidas, el juego de sumatoria positiva debe ser demostrado, y no imaginado meramente para un futuro distante y en constante retroceso. Una segunda noción es la de la existencia de una armonía de intereses basados en la cohesión social y cultural en todo el mundo y en todos los países. La "globalización" de la TV, la radio y el cine, y los esfuerzos de inculcar una "cultura mundial del consumidor", la "Macdonalización" de los países, con similitud de gustos -entre los ricos, la "gente linda" de todas las sociedades- puede llegar más rápido de lo que muchos creen. Pero esto no garantiza en absoluto la armonía de intereses basados en la cohesión social y cultural. El tenaz desempleo estructural dentro de las sociedades industrializadas amenaza incluso la cohesión nacional, como lo demostró la marcha de los huelguistas por las calles de Francia con gran apoyo popular, en diciembre pasado. Y existe mayor tensión aún entre los opulentos estilos de vida de los ricos en el mundo en desarrollo y el creciente número de marginados de los sectores pobres. El comercio libre supone retornos constantes a escala y en condiciones de competencia perfecta, asegurando a todos igualdad de oportunidades para producir y competir. Pero en una economía mundial trasnacionalizada no existe una competencia perfecta, sólo una competencia oligopólica entre las trasnacionales y sus alianzas. Por lo tanto no hay garantía ni campo para el uso eficiente y óptimo de los recursos. Los conceptos de mercado libre y libre comercio también suponen y requieren un sistema financiero internacional eficiente y en funcionamiento, en el cual el crecimiento y la distribución de las finanzas internacionales se hagan de acuerdo con las necesidades y promuevan el mejoramiento del empleo a nivel nacional y mundial y el aumento de los ingresos reales. Pero la globalización de los mercados financieros que diariamente mueven billones de dólares a través del planeta en los "viajes de rondas" no ha traído esas transferencias de recursos reales, sino de capital especulativo en busca de lugares de arbitraje y ganancias. Los contradicciones entre ambas visiones de la "época de oro" y los dilemas de las autoridades encargadas de confeccionar los instrumentos parecen ser la mayor zona de conflicto para este año. En la primera "época de oro", el Estado retrocedió y sólo mantuvo la ley y el orden. En la segunda, jugó un papel intervencionista para asegurar una mejor distribución de las ganancias. El nuevo proceso trasnacional de globalización dejará a los estados nacionales sin recursos reales para asegurar la equidad social, y no existirá a cambio un poder internacional superior para lograr una mejor distribución de las ganancias entre los estados y los pueblos. ¿Qué caminos elegirán los gobiernos en su viaje al siglo XXI, y qué instrumentos forjarán y crearán? Veremos si en las discusiones de la UNCTAD-IX y de la primera reunión ministerial de la OMC surge algún consenso en torno a conceptos, ideas y medidas para lograrlo, o si tendremos más de las improvisaciones que se han visto hasta ahora. (Fuente: SUNS) |