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Michel Camdessus Valores cristianos En un discurso pronunciado en Roma, Michel Camdessus propuso los principios cristianos para construir un "mundo fraterno unificado" y enfrentar los peligros de la globalización, pero no aportó ideas nuevas ya que, según él, no existen "soluciones extraordinarias para los problemas del mundo"
Un discurso sorprendente ¿Son éstas las palabras de un comunista acérrimo no converso de Europa del Este, o de algún nacionalista radical del Sur defensor del Nuevo Orden Económico Internacional? ¿O tal vez de un político demagogo del Norte que quiere hacer méritos con fines electorales? No. Se trata de palabras del sacerdote supremo del Dios Mercado. "A este escenario se suma el peligro de que los conflictos comerciales exacerben la proliferación de prácticas económicas ilegales y provoquen el estallido de una crisis financiera. ¿No basta recordar que por lo menos en tres ocasiones durante la última década, la economía mundial fue sacudida por el sobreendeudamiento, por fluctuaciones violentas de los tipos cambiarios y por olas especulativas? La última, la crisis mexicana de 1995 -la cuarta- fue una manifestación evidente de los riesgos financieros de la integración a escala mundial." El orador era Michel Camdessus, Director Gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), en un discurso pronunciado en Roma el 30 de noviembre pasado en el Instituto Internacional Jacques Maritain, en el "Colloque Internationelle ¿Economie pour Quel Avenir?". En la ocasión Camdessus estaba haciendo una exposición introductoria al coloquio, hablando sobre "Estrategias e Instituciones Económicas para una Aldea Mundial". Para ser justos con Camdessus, él pronunció esas palabras en el contexto de los riesgos de la integración económica a escala mundial, de las oportunidades, los problemas y los "innumerables riesgos". La integración a escala mundial, expresó, ofrece muchas posibilidades para los países en desarrollo, pero también incontables riesgos en la medida en que muchas personas podrían quedar marginadas. Incluso en Francia, expresó Camdessus -y esto antes de que los trabajadores franceses del sector público se volcaran a las calles a protestar y revertir las "reformas" impuestas como necesarias para salvar a Francia en el marco de la integración a escala mundial- hay muchos problemas y la gente está muy preocupada por lo que ocurre. Aun allí, donde la opinión pública en general favorece la integración a escala mundial, existe la preocupación de que los ricos se estén enriqueciendo y los pobres empobreciendo, agregó. ¿Globalización fraternal? "¿Qué podría pensarse de esa combinación de cambio y peligro? ¿La expectativa de que las dinámicas de la integración a escala mundial servirán para unificar el mundo, un mundo más fraternal, es tan sólo una quimera? ¿O todavía se puede creer, como Pere Teilhand de Chardin, que 'el propio Dios hace a los hombres y llega hasta ellos a través del proceso de unificación del Universo'? Cada uno con sus convicciones. En cuanto a mí, me inspiraría en otro ilustre francés de Auvergne (una región de Francia), Blaise Pascal: 'hay que arriesgarse'. Apuesto a que ésos son los signos de la época, como dijo San Mateo, una nueva oportunidad que se le ha dado a nuestro mundo. No tenemos nada que perder asumiendo el desafío y dedicando mucha energía a construir un mundo fraterno unificado." Sin soluciones nuevas Es una lástima que en su discurso en el coloquio de Roma, Camdessus no aportara ideas nuevas sobre las reformas a los sistemas o sobre medidas, nacionales e internacionales, para frenar los excesos "del mercado". Dijo: "Los signos de la época no revelan soluciones extraordinarias para los problemas del mundo". El contenido de su discurso sobre políticas e instrumentos económicos fue más o menos la misma combinación de medidas de ajuste, mantenimiento de los precios justos y otras reformas económicas neoliberales, las recetas que desde hace ya varios años se aseguró que traerían el crecimiento y los puestos de trabajo necesarios para reducir el desempleo y que llevarían al mundo a un nuevo El Dorado. Camdessus habló más bien de "humanizar la dinámica de la integración a escala mundial trayendo madurez a todos los gérmenes del crecimiento de la solidaridad acumulada, conteniendo al mismo tiempo las fuerzas de la marginación". Habló de que las necesidades de competitividad se combinaran con la solidaridad, que la solidaridad mundial no se limitaría a que la gente sacrificara sus excedentes, sino que iría mucho más allá. Y haciendo alusión a los valores de la concepción cristiana del hombre, habló de la responsabilidad de cada país de cumplir su propio destino y aportar su contribución irreemplazable al bien común, y de la solidaridad para armonizar la lógica de la competencia y la cooperación. Ideas de fin de semana Camdessus, un tecnócrata que sirvió como gobernador del Banco Central de Francia durante el gobierno socialista de la primera presidencia de Mitterrand, se trasladó a Washington a ocupar el alto cargo del FMI cuando en París ganó un gobierno conservador. Poco después de asumir el cargo en el Fondo Monetario, el entonces Secretario General de la UNCTAD, el difunto Kenneth Dadzie, discutió con él sobre la crisis de la deuda del Tercer Mundo. Dadzie expuso la opinión de la UNCTAD de que la deuda era impagable e incobrable y que si se quería reanudar el desarrollo interrumpido del Sur era necesario una política a largo plazo de reestructura de la deuda que tuviera como elemento central algunas cancelaciones. Camdessus escuchó los argumentos sin descartarlos en principio. Como relató más tarde Dadzie a quien escribe acerca de la conversación, Camdessus coincidió personalmente pero dijo que "ésas son ideas que sólo puedo tener los domingos". El discurso de Camdessus sobre integración a escala mundial de la economía de mercado y sus efectos sobre el Sur y Europa del Este, sobre competencia mezclada con solidaridad y valores cristianos, fue a título personal, y lo pronunció un jueves, no un domingo. El evangelio del ajuste estructural Quince días después, en Washington y ante la Sociedad para el Desarrollo Internacional donde habló sobre Africa y los desafíos futuros, Camdessus describió su trabajo como el de un "misionero-en-jefe para vender el evangelio del ajuste estructural". Habló de que la integración a escala mundial era el "primer desafío", volvió a citar la experiencia mexicana como indicio de que el mundo ya se encuentra en el siglo XXI, y habló sobre mayores ingresos de capital y mayores inversiones. Dijo que la tecnología mejorada y una expansión de los mercados de exportación demuestran que la integración a escala mundial ofrece considerables oportunidades para acelerar el progreso económico en todo el mundo. Pero los países que no logran ajustarse lo suficiente como para integrarse en la corriente de la economía mundial corren el peligro de quedar marginados. Luego afirmó que el desafío de Africa es el mismo que el de los demás países: perseguir una estrategia de ajuste que aumente las perspectivas de beneficio por la integración a escala mundial, aunque evitando los riesgos. Camdessus también se refirió al establecimiento de la seguridad económica nacional para mejorar la competitividad internacional, logrando derechos económicos fundamentales -de establecer un marco institucional que brinde confianza a los empresarios tanto nacionales como extranjeros para invertir-, persiguiendo políticas razonablemente consistentes para un número básico de reformas, que aseguren en definitiva su irreversibilidad. (Fuente: SUNS/CR) |